Categories
Crónica

Gris

BARÇA 1 – SPORTING DE GIJÓN 0

Un 1 a 0 en el Estadi no casa con el esteticismo y la abundancia a las que acostumbra el Barça de Guardiola. Fue una victoria de color gris, que hace pobre y desentona en la excelencia y usos del lugar, como Belén Esteban en el Liceu. Incomoda por lo que tiene de extraño, inhabitual, fuera de lugar y, cuando el capricho le da por ahí, peligroso. Y, salvo contadas excepciones, deja insatisfecho al personal, hambriento de gol, como al comensal al que martirizan con raciones pequeñas en un restaurante con pretensiones. La victoria más rácana no debería gozar de derecho de admisión en el templo blaugrana, aunque a veces es incontrolable que ésta se cuele asumiendo que peor sería una invasión por la fuerza de la derrota. No fue el caso, lo de la derrota, ya que el Barça no sufrió apuro alguno del rival sino de su propia ansiedad e inseguridad. El Barça pudo no ganar el partido aunque nunca estuvo en disposición de perderlo, fue poco lo que ofensivamente le exigió el Sporting de Gijón (defensivamente fue otro cantar, con la premisa de Preciado de no salir goleados a las primeras de cambio). Cuando Villa ejecutó el partido en los inicios de la segunda mitad – tremenda la asistencia de Dani Alves –, la tranquilidad se impuso sobre el césped y en la grada y dio confianza de que el gol espolearía el partido (y el espectáculo) a favor  del Barça. Nada más lejos de la realidad. Antes del gol, durante toda la primera mitad, hubo un Barça predispuesto y animoso que nunca se mostró cómodo, por inusual, con el corsé táctico del 4-4-2 en rombo dispuesto por Guardiola para sorprender a los de Preciado. La sorpresa duró nada, el Barça extrañó el traje – no es la primera vez que sucede con el rombo en el centro del campo y dos puntas en el eje de ataque  – y el Sporting, defensivamente espléndido, cerrando espacios y líneas de pase, fue desactivando paulatinamente a un Barça que creció en inseguridad a medida que perdía fluidez y continuidad en su juego, con llegadas al área más forzadas y con el gol puesto de culo. El Barça de la primera mitad fue un quiero y no puedo creciente, con intención pero sin precisión. Iniesta intentó abanderar el desequilibrio de Messi y en sus botas tuvo el gol de la final del Mundial, que falló; Villa se erigió en el delantero más incisivo, pero se mostró más eficiente en sus movimientos e intenciones que no en sus llegadas y remates. Después del gol, liberados de presión, y con el retorno a la fórmula original del 4-3-3, en definitiva, con todos los condicionantes a favor para cerrar el partido, el equipo fue incapaz de sentenciar el marcador, y de nuevo, por más demérito del Barça que voluntad efectiva del Sporting de Gijón, fuerte en su propósito de dificultar el fútbol de los blaugrana con el objetivo de no salir goleados del Camp Nou. El Barça tenía el gol, el resultado a favor, pero perdió intensidad y ganó mediocridad, dejándose llevar y pareciendo resguardarse conformado en la peligrosa red de seguridad del escaso 1 a 0 que reflejaba el marcador. De nuevo Villa, con un sutil toque de crack que marchó fuera por poco, pudo poner color a la grisez instaurada. Fue la única nota de calidad de un Barça conformista, sin luz, ramplón y extrañamente ausente en sus virtudes anímicas y futbolísticas, como si hubiese dimitido de sus exigentes prestaciones habituales ahorrando esfuerzos a la espera de gestas mayores – nadie quiso que el partido diera más de sí -, vistas también las circunstancias de preparación de la plantilla y ausencias del equipo – el Barça seguirá ganando sin él pero el plus de alegría, belleza, talento y determinación que ofrece Messi es insustituible -. Puro resultadismo y pragmatismo que de puertas a fuera, y vestido de portugués, dejó satisfecho hasta el propio Guardiola. Y aunque el accidente nunca se contempló, sí se permitió el Gijón alguna que otra traviesa cosquilla al final del partido que hizo despertar a la grada de su hastío general, ni que fuera para desear – que no pedir, la desesperación no llegó a tanto – el silbido final del árbitro.