Desde que Messi se ha dedicado a marcar un montón de goles, algunos de ellos estelares, se ha iniciado un debate sobre si es el mejor jugador de la historia del futbol. Es sorprendente, tanto como que una serie en la que hay 20 muertos por minuto se llame “The Pacific”o que en un video de Spandau Ballet no salga nadie danzando. ¿Se pueden comparar Dalí con Velázquez? ¿Billy Wilder con Clint Eastwood? ¿Madame Curie con Belén Esteban? ¿Verdad que no? Pues eso. Dejen de marear con debates estériles, de perder el tiempo con comparaciones inútiles. Como dijo Guardiola el martes, esperen que acabe su carrera y entonces comparen. De momento, lo único que se consigue es crear presión al muchacho, que si no ha ganado un Mundial (argumento merenguil, aliñado con la frase “Maradona hizo campeón al Napoles”, les encanta recordar que fracasó en el Barça), que si fulano tenía más visión de juego, que si mengano era más polivalente, que si zutano…
Basta ya, vivimos en una sociedad obsesionada con los premios individuales, con crear mitos. Me importan un bledo el Balón de Oro, el Fifa World Player, la Bota de Oro, el Catalán del Año o el Trofeo Mister Camiseta Mojada, este último jamás ganado por Charly Rexach.
Ya sé, a ellos les hace mucha ilusión, Cristiano Ronaldo está obsesionado por el Premio Caspolino al mejor autochoquista y Guti va loco por el Trofeo “Camomila Intea”, pero, a los aficionados no nos debería interesar demasiado, solo nos deberían importar los trofeos que recoge el equipo, los que de verdad tienen valor en deportes de conjunto.
Como trabajador mío que es, quiero disfrutarlo jugando y ganando en mi equipo, levantando copas, luchando, este año, por Liga y Champions. Si además gana el pichichi – vaya nombre tan ridículo- y algún título con su selección y esto le hace feliz, pues que lo gane, a mi, plim. Eso sí, que los galardones extras no me lo distraigan de hitos importantes ni lo conviertan en un ególatra que se crea el centro del mundo.
Ya lo sé, ahora manda Guardiola y sabe controlar todos estos detalles pero, por si acaso, premiecitos, no gracias, hay que dejarlos crecer.
Un premio que si que es útil, no cuesta dinero, no está patrocinado por ningún periódico francés ni es demasiado mediático, es el aplauso del público. Es un galardón que suma, es un catalizador del sobreesfuerzo y, de vez en cuando, ayuda a ganar algún que otro partido.
Zocis, patitzants, no escatimen ese trofeo, incluso cuando al jugador le cueste crear la jugada perfecta, ayúdenle, el trabajo, por sí mismo, siempre ha sido valorado en Can Barça, vive Neeskens.
Tal como está el Campeonato – este Madrid no afloja, cagüen José Miguel González del Campo, del campo o coliseo Alfonso Pérez Muñoz- y nosotros, por suerte, tampoco, nuestros gladiadores nos necesitan más que nunca. Tengo la esperanza de que el Madrid falle, lo esperaba con el Getafe ( vaya Jeta de equipo), tengo dudas con el Patético de Madrid. Quizá con el Racing, cuando ellos oigan la música de la Champions en sus pantallas amigas, espero un poco de desconcentración. Pero, si no erran, no lo hagamos nosotros tampoco.