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Crónica

Kalean (al carrer) en San Mamés

En Nueva Zelanda, al este de la isla concretamente, se encuentra la localidad de Pahiatua. Es el punto más alejado de la Tierra respecto a España. Esto es, su antípoda. Pues bien, incluso en Pahiatua sabían que los jugadores del Athletic saldrían como leones desde el segundo uno a comerse al rival. Y puede que hasta los pahiatuanos lo supieran pero se ve que los jugadores del Barça no. Porque a los 37 segundos de partido, Guruzeta ya les había comido la tostada –la tostada, la mantequilla, la mermelada, el café, la leche, el ColaCao– y adelantaba a los bilbaínos. Quien más quien menos ya visualizaba a Xavi con sus “No se pueden cometer estos fallos, ya lo  habíamos hablado” en la rueda de prensa. Es, hasta ahora, su gran legado como entrenador.

Cierto es que se repuso el Barça a esa salida en tromba y pudo ponerle algo de pausa al partido, aunque su único recurso para salvar la presión rival eran los balones largos a Yerrán o a Lamine. Porque Dugarrowski seguía en su función de poste móvil. No había ningún peligro real, al punto que, de haber puesto el Athletic como titular a Iribar o a Zubizarreta (los actuales) nadie se habría enterado. Pero llegó un golpe de suerte en forma de mal despeje de la defensa vasca y la presión de Dugarrowski –su único aporte de valor durante el partido– surtió efecto, cuando el rebote en su pierna terminó en el gol del empate.

Descolocado el Athletic, que no entendía bien como se encontraba el partido empatado en ese momento, aprovechó Lamine el Chaval para hacer una diagonal hacia el centro del área y clavar un zurdazo a la base del poste. Recordó por un momento y de manera muy lejana a alguno de los aproximadamente 200 goles que Messi marcó de manera similar. Pero ya se sabe el mal fario que da comparar a nadie con el D10S del fútbol por lo que es mejor obviarlo. Dejémoslo en que el gran gol del Chaval daba la ventaja a su equipo que casi sin comerlo ni beberlo llegaba al descanso a base de aplicar un poco de futbol control.

Y, de nuevo, sabían en Pahiatua que el Athletic saldría en tromba en busca del empate rápido tras el descanso. Y, de nuevo, los únicos que parecían no saberlo eran los jugadores del Barça. Tardaron un poco más de los 37 segundos de la primera parte. Pero no mucho más. Apenas tres minutos y el empate ya lucía en el marcador. El Athletic, un equipo (muy) inferior técnicamente se mostraba superior a base de entusiasmo y empuje. El Barça, por su parte, entraba en la fase de despiporre táctico, con Cornergan y DecepJong absolutamente sobrepasados en el medio del campo. Con Dugarrowsky completando otro partido para olvidar y con Yerrán compensando su buen partido en Sevilla con uno pésimo hoy. Por si fuera poco, las lesiones de Cristalsen y Balde, más el renqueo constante de Araujo no hacían presagiar nada bueno.

Solo los destellos de Lamine daban un halo de esperanza a los azulgrana. Y lo tuvo el chaval, por dos ocasiones, en sus botas. En la primera picó bien el balón sobre la salida de Aguirrezabaliaugatemodulazotiagalaga pero el balón salió ligeramente desviado. Y, en la última ocasión del partido, emuló a Raúl en su debut en la Romareda: regateó al portero con la izquierda y chutó al anfiteatro con la derecha. El chico apunta muy buenas maneras pero ahora mismo pesa sobre él la posibilidad de que el resumen de su carrera sea un “Pudo consagrarse en San Mamés con 16 años pero…” Eso sí, al menos, con su gol es el azulgrana más joven en marcar en Copa y ya ha aportado más a la historia del fútbol que otros cuya mayor contribución habrá sido tocar la trompeta.

Con la grada de San Mamés empujando, el tiempo extra apuntaba a un Barça arrollado por los de Don Honesto. Un balón perdido por Sergi Tormento –no se cansa de salir en las fotos de las derrotas de su equipo– fue el principio del fin cuando Iñaki Williams, siempre motivado contra el Barça, justificó su viaje relámpago desde Ghana, apoyado eso sí en la fortuna de los palos. Quizá sea el momento óptimo para renovar al capitán. Así, el año que viene ypor alguna razón esotérica, pueda volver a tener que jugar durante un partido decisivo.

Quedaban aún 15 minutos pero el desfonde azulgrana ya era palmario. Es el problema de tener un equipo de veteranos de treinta y muchos mezclado con imberbes a los que todavía no les ha acabado de crecer el miembro viril.  Ni Ferrán, ni Lamine, Ni Fort podían ya con las botas y si alguien esperaba algo del Infeliz puede seguir sentado: los aportes del caradura portugués se limitan a un gesto de calidad cada diez partidos. Le faltan pues, otros 9. El que sí aportó fue el otro Williams, que sentenció ya en el descuento. El 4 a 2 hacía esfumarse el único título por el que realmente se podía competir una temporada, que ya se avecina en blanco. ¿Brotes verdes? Que tal vez hay una generación de chavales que apunta alto. Y que no los entrenará Xavi.