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Crónica

Poco fútbol, mucho ballet

Aún no había tocado el balón el Real Valladolid y ya iba perdiendo por 1-0 frente al primer Barça con rotaciones de verdad en lo que va de temporada. Esto es, no condicionadas por las lesiones. Ansu Fati, tras un mes inédito, daba descanso al Hombre Gris y las reclamaciones en la prensa por parte de Arturo Vidal parece que ayudaron a que compartiese centro del campo con De Jong: lo más cercano al yin-yang futbolístico que se verá hoy en día. El gol tempranero, como la semana pasada en Praga, daba la oportunidad a los de Don Honesto de, por fin, jugar al fútbol. Pero nuevamente el equipo se dedicó a sestear peligrosamente ante un rival que ya le había quitado puntos esta temporada tanto al Real Madrid como al Atlético. Y como nadie escarmienta en cabeza ajena, en la primera aproximación blanquivioleta, Ter Stegen sacaba el balón del fondo de su portería. Nada habían hecho mal los pucelanos para ir perdiendo y tampoco habían hecho nada bien para empatarlo, lo cual habla una vez más de la endeblez defensiva blaugrana.

Como con el 1-0 no había aparecido el fútbol, con el 1-1 el Barcelona del Valverdismo tuvo que recurrir a lo de siempre. O más bien al de siempre. El As de bastos. D10S bajó del Olimpo del fútbol y comenzó con su paseo habitual, observando todo lo que sucedía en torno a él: “A ese buen pase de De Jong para Vidal le han faltado centímetros de precisión del holandés o al chileno centímetros en la cresta para rematar”, apuntaba Messi en su libreta cerebral. Tomó buena nota y mejoró al holandés: asistencia estratosférica para el Paulinho de San Joaquin y patada voladora de este que ponía el 2-1.

Apenas cinco minutos después, penalti escorado a 16 metros de la portería de Masip que el argentino colocaba con rosca a la escuadra. Segundo gol de esta guisa en lo que va de temporada, mientras los barcos pesqueros del Tirreno siguen recogiendo los 28 balones que ya han caído al mar volando desde Delle Alpi. Sin apenas esfuerzo, el genio de Rosario sentenciaba el partido ante un Valladolid que, a partir de ese gol, bajaba los brazos definitivamente. La única opción real que les quedaba a los de Sergio González era denunciar a Messi por exhibicionismo y confiar en su arresto domiciliario durante el descanso.

No hubo intervención policial y Messi, consciente de que el futbol del equipo no devolvía a los espectadores el valor de su entrada, siguió repartiendo caramelos tras el descanso. Uno de ellos en forma de asistencia para un Ansu que decidió homenajear los 25 años del debut de Raúl, con casi con su misma edad. Torpe en el remate, como el madridista en aquella noche de La Romareda, completó su peor partido desde su fulgurante aparición. Messi se vio obligado a darle un cursillo intensivo de delantero centro. Cual Nureyev balompédico, ejecutó una fouetté mientras controlaba con el muslo el pase de un renacido Rakitic para dejar caer suavemente el esférico y golpearlo en dehors con violencia al fondo de las mallas. Sin que la defensa contraria hubiese tenido tiempo de analizar su artístico movimiento de ballet, Leo completaba su exhibición con una nueva asistencia a Luis Suárez para que el uruguayo engorde… sus números.

Números que en cualquier caso siempre estarán a distancia sideral del mejor futbolista y goleador de la historia: cinco partidos completos para cuatro goles y cuatro asistencias. Sabiendo que tiene entre ceja y ceja batir (o al menos igualar) el récord de Gento de 12 ligas estas seguirán cayendo como fruta madura.