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Yoyalodije

Un Barça universal

¿Qué opinión le habrá merecido a ese adalid del progresismo, los derechos humanos y la denuncia de las injusticias, que es el El Roto, un atentado tan flagrante contra un derecho tan elemental como el de la libertad de expresión, el intento de prohibir las esteladas en la final de Copa?

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Y puede que, visualmente, quede mejor un fondo con aficionados vestidos de un mismo color, como anoche el del Sevilla. Pero he llegado a la conclusión que prefiero mil veces nuestro ejemplo, aunque podamos parecer una “gayparade”. Que cada cual lleve la camiseta que más le guste, mejores recuerdos le traiga o más fortuna le haya dado: meybas, kappas, nikes; blaugranas con muchas barras, con pocas, mitad y mitad, verticales, horizontales; suplentes azules, verdes, turquesas, naranjas o amarillas (por cierto, habiendo perdido el pantalón grana su invencibilidad en la Champions, ahora solo nos queda recurrir a las segundas fosforito o ‘llimonera tendra’ de los años de Saint-Denis y Berlín). Y me gusta que, en un mismo fondo, un culer independentista catalán pueda ir con su estelada; un culer español vaya con su rojigualda, y que además le plante el escudo del club en el centro; un culer asturiano con su bandera asturiana; un culer vasco con su ikurriña; y un culer andaluz con su bandera independentista andaluza. Todos juntos animando a un mismo equipo, unos mismos colores y unos mismos jugadores (¿Cómo no alentar a Piqué en modo ‘pokerfucker’, la plasticidad de Iniesta, la magia de Messi o las galopadas de Neymar?).

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Por eso nuestros seguidores japoneses en el Mundial de Clubes utilizan la estelada, como un elemento más del tifo culer, para que parezca que estamos jugando en el mismísimo barrio de Les Corts y no en Yokohama. Por eso en el Camp Nou puedo ver colgadas, en un mismo recinto, las banderas de Israel y Palestina. Porque muchos chavales israelitas piden, como regalo por su Bar mitzvah, poder presenciar un partido del Barça en el Estadi. O porque hubo aquel caso del niño árabe que casi es multado por reemplazar, en una pintada callejera, el nombre de Dios por el del Barça.

Pocas cosas, ideas o conceptos con una voluntad de universalidad, unen más a las personas y a los pueblos en este mundo que nuestro querido Barça. El que fundó en su día un suizo de paso por Barcelona que quiso llamarse a sí mismo Joan Gamper. Pero parece ser que todo esto no lo entendió, o no lo quiso entender, el putero de Borneo.