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Crónica

Catedral blaugrana

ATHLETIC DE BILBAO 1 – BARÇA 3

Un San Mamés cabreado por la expulsión (yo digo injusta) de Amorebieta – digamos que los antecedentes de determinados futbolistas no ayudan en su presunción de inocencia – fue testigo de un soberbio y brioso partido del Barça que cuenta sus partidos fuera del Camp Nou con auténticas exhibiciones de fútbol y cantidades ingentes de personalidad ganadora. Quien quiera llorar por la rigurosa decisión arbitral que mandó al angelito vasco-venezolano a la caseta – el ujfalusazo, al menos a corto plazo, va a condicionar decisiones arbitrales que en muchos casos serán polémicas – que lo haga. Acepto tanto que la tarjera roja condicionó el partido – facilitó el escenario para que los blaugrana pudieran materializar su insultante superioridad – como que la victoria del Barça fue incuestionable. Ayer la Catedral, aunque vestida de roja y blanca, ofició en blaugrana.

El partido del Barça fue espléndido en lo futbolístico, y sumó mucho a la grandeza de la exhibición blaugrana la mística liturgia de un San Mamés incondicional arropando a los suyos (aun mostrando pésimo estilo y señorío con los abucheos constantes a Iniesta, culpable de poner el pie expresamente para recibir una falta desproporcionada de un aprendiz de carnicero de esos que tanto estilan y gustan en Bilbao) y la épica de la intensa lluvia durante todo el encuentro, que convirtió el esfuerzo de los futbolistas sobre el terreno de juego en titánico. Un terreno de juego enfangado y pesado, al límite de lo impracticable, hubiese sido lo más para que la victoria hubiese tomado tintes de gesta, aunque tampoco es necesario llegar a tanto. Hubo suficiente belleza y grandeza del Barça como para mantener imborrable el recuerdo de la noche ayer, a la cual se sumó un complaciente Mourinho con su regalo en forma de empate a nada con el Levante.

Los chicos de Pep Guardiola saltaron sobre el césped de San Mamés con el punto óptimo de actitud, compromiso, respeto reverencial y motivación que este estadio y el Athletic de Bilbao requieren. Enseguida el Barça se hizo dueño del balón y del control del partido, logrando minimizar los pluses ambientales del estadio para empequeñecer, poco a poco, a los jugadores vascos y su fútbol. La superioridad del Barça fue aplastante aunque, como a veces pasa, esta superioridad no se vio reflejada en el marcador. Dos clarísimas de Keita y Villa en excelentes jugadas colectivas – la primera repelida por Gorka, la segunda por el palo – pudieron dejar en anécdota la expulsión de Amorebieta. Parecía cantado que con la facilidad, claridad y empeño con la que jugaba el Barça el gol acabaría llegando, aunque para ello se tuviese que esperar a la segunda mitad, y permitir con el descanso dar aire a un agobiado y diezmado Athletic. Salió el Barça incluso mejor en la reanudación y entonces ya no hubo piedad: a los goles de Keita, Xavi y Busquets – los centrocampistas ayer decantaron y decidieron el partido – habría que sumarle numerosas aproximaciones con peligro y ocasiones marradas de gol, gracias al acierto de ese gran portero que es Gorka Iraizoz. A un Athletic aculado y reventado físicamente pareció hacérsele interminable la segunda mitad, aunque el gol de Gabilando, al límite del tiempo reglamentario, poniendo el 1 a 2 en el marcador, hizo creer más a la Catedral que no a sus futbolistas. Busquets, tras contraataque eléctrico de Keita y Pedro, destrozó posibles esperanzas de un plumazo. El colectivo ayer no añoró a Messi y a nivel individual la mayoría de efectivos rayó a gran nivel, generosos en su juego, solidaridad y esfuerzo. Keita y Pedro, en sus honrosos roles de solventes currantes del fútbol, emocionaron con su entrega, recursos al servicio del equipo  y eficiencia; Valdés, Alves, Piqué, Xavi e Iniesta volvieron a demostrar con hechos su categoría de indiscutibles e imprescindibles en el panorama futbolístico mundial; y Sergio Busquets, partido tras partido, sigue agigantándose como futbolista y acojonando al respetable con su techo, a día de hoy, impredecible. En el lado oscuro, reseñar que Adriano, que tuvo que retirarse lesionado, no estuvo al nivel de sus compañeros ni quizás al suyo propio, y que Villa, desafortunado de cara a gol ayer, no puede empañar su buen inicio de trayectoria culé con reacciones airadas como la que le supuso su expulsión, por mucho que Gurpegui mereciese con creces que le partieran la cara. No tardaremos en ver las consecuencias negativas de la expulsión, más para el Barça que para el propio Villa. Miedo da la mediatización de la jugada en cuestión y, a resultas, el juicio y la decisión que tome el Comité de Competición: todo se contempla salvo algo previsible y justo.