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Desde el Barrio Rojo

Desde el Barrio Rojo: Barry Hulshoff

El mundo cambiaba a una velocidad vertiginosa en la década de los 70 y Amsterdam no fue ajena a las transformaciones sociales. Ya no era la ciudad aburrida, gris y monótona que conoció Albert Camus en los años 50. El escritor francés dedicó agrios párrafos a la urbe holandesa en su novela “La caída”, publicada en 1955: “Hace siglos que los fumadores de pipa contemplan cómo cae la misma lluvia en los mismos canales. Canales concéntricos que parecen los círculos del infierno, con el aliento de las aguas estancadas, el olor de las hojas muertas y el fúnebre aroma que sube de las barcas cargadas de flores”. Tres lustros más tarde, en cambio, el aroma de las flores era fresco y se mezclaba con el humo de la marihuana en Vondelpark, el parque más popular de la ciudad, luminoso y colorista, tomado por los hippies y situado a poca distancia del hotel Hilton, donde John Lennon y Yoko Ono protagonizaron desde la cama de la habitación 702 la famosa protesta “bed-in for peace”.

Barry Hulshoff era un signo de aquellos tiempos, con su poblada barba, sus largas melenas y su afición por el rock duro. El central holandés fue un jugador importante en aquel Ajax joven, rebelde e insolente que al grito de “queremos el mundo y lo queremos ahora” conquistó tres Copas de Europa y el corazón de muchos aficionados al fútbol en todos los rincones del planeta, como refleja esta deliciosa anécdota contada por el propio Hulshoff: “una vez me encontraba en Grecia, en una remota aldea de montaña. De pronto un hombre mayor se plantó frente a mí, tomó mis manos y se puso a llorar durante cuatro o cinco minutos. La situación era un poco embarazosa, yo no sabía qué estaba pasando hasta que mi traductor me lo explicó: como en aquella aldea no había televisión aquel hombre tenía que caminar durante dos horas para llegar a un pueblo vecino y poder ver los partidos del Ajax. Y ahora aquel hombre, que amaba el fútbol del Ajax, se había emocionado porque no podía creer que tenía delante suyo a uno de aquellos jugadores que solía ver por televisión”.

Hulshoff era asimismo el central titular de la selección holandesa pero no pudo disputar el Mundial de Alemania de 1974 por culpa de una lesión; una baja crucial para el sistema defensivo de la Naranja Mecánica, cuyo revolucionario fútbol total no se vio recompensado con los laureles de la victoria. A veces sucede que las utopías más hermosas se desvanecen de la manera más grosera, ya sea con dos goles en el Estadio Olímpico de Munich o, salvando las distancias, con cinco disparos en el edificio Dakota de Nueva York.  La niebla sobre los canales se disipa y se perfila la silueta de Albert Camus; el premio Nobel de Literatura era un gran aficionado al fútbol y dejó para la posteridad una frase ya legendaria: “Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”. Fue una lástima que Camus falleciese en 1960 en un accidente de coche; si hubiese tenido la oportunidad, como aquel anónimo hombre griego, de ver jugar al sublime Ajax de Hulshoff y Cruijff, tal vez habría cambiado su opinión sobre la vieja y entrañable Amsterdam.