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Yoyalodije

Corren nuevos tiempos.

Uno, que nació allá por los ochenta, concretamente el año del Mundial de España, no es que haya tenido tiempo de ver mucho aquello de lo que se nos acusaba vía prensa escrita, vía prensa radiada o directamente mediante los aficionados: ser unos segundones.

Hoy las cosas son distintas. Muy distintas. Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, podemos asegurar que el cambio de tónica en el fútbol español es inapelable. Hoy podemos asegurar que desde que Cruyff llegó al Barça hemos ganado tantas copas de Europa como los grandes del continente. Podemos decir bien alto que nuestro porcentaje de ligas ganadas respecto a décadas pasadas ha sido multiplicada. También podemos decir que en el mundo se conoce un estilo, el de la posesión de balón, la presión y el juego preciosista como el estilo Barça. Hoy, por fin, miramos hacia arriba y observamos que sólo tenemos encima nuestra a la historia, al pasado, a los fastos de unos tiempos otrora mejores para otros.

Las cosas han cambiado. Corren tiempos de inversiones faraónicas para tapar la luz que desprenden los éxitos que cosechamos. Corren tiempos de abundancia de lupas que analizan nuestra jugadas. Corren tiempos en los que cualquier excusa es buena para atizarnos (como la política). Corren tiempos, en definitiva, en los que el Barça se ha situado por fin como referencia mundial en algo que nunca, jamás de los jamases, será superado (si acaso igualado): 6 títulos en 2009.

Sin embargo, acaso imbuido en las propiedades aquellas de la energía que decían que ésta ni se crea ni se destruye, el “segundonismo” se ha transformado y a acaparado otro color, mezcla de todo el espectro cromático según las leyes de la física, y ha dejado en herencia por otros lares lo peor de la otrora problemática culé.

Hoy es la última muestra de la parafernalia nacionalmadridista. Hoy, una gran día decíamos, es el día en que algunos caen en la cuenta de que a algunos jugadores se los protege más que a otros.

Hoy, en definitiva, el nacionalmadridismo ha descubierto los pisotones.

Hoy, que no ayer (busquen la crónica del tal Carlos Cariño que escribió en As y vean qué despropósito).

No es nada nuevo. Ya hubo codazos que la memoria selectiva recordaba según para qué, goles tras falta (Ibra en Santander válido y Ramos anulado) vistos con un particularísimo prisma y fueras de juego construidos por eminencias del sector de la construcción como son los arquitectos.

Rearbitrajes a la carta, la blanca que no empaña, que gotean para horadar la opinión pública y guiarla hacia la manipulación. El problema, visto con la perspectiva a la que aludía es que el goteo de bilis (que no agua) está dejando una huella mucho peor: la de los segundones.

Y el nacionalmadridismo está instalado ahí desde hace mucho tiempo.