Se presentaba el partido con la necesidad por parte del aficionado de ver a su equipo reencontrarse con sensaciones pretéritas, con indicadores al alza que augurasen mejoría en el juego y como una buena oportunidad de meter presión al líder ganando a uno de los siempre teóricos aspirantes. Un Valencia que salió sin Villa ni Zigic, como si quisiera entablar una igualdad de condiciones con su adversario que, a su vez, dejaba a Henry en el banquillo el día que Ibrahimovic cumplía sanción. Dos onces sin nueves: la rebeldía de los números impares.
Guardiola se imaginó una delantera con Bojan, Pedro y Messi y no tardó el Valencia en bajar su utópica aspiración al césped del equipo local. La presión, rapidez y movilidad de los ches desactivó por completo al Barça que apenas intimidó a César en los últimos minutos de la primera parte. Valdés, por el contrario, tuvo que emplearse con el acierto y la sobriedad a la que nos tiene acostumbrados en esta temporada. El Barça respiró por ahí y el Valencia pagaría más tarde no tapar ese único agujero metiendo la pelota en él.
Hablábamos de necesidades del Barça y aún nos queda la otra mitad. Y no sólo del segundo tiempo, sino también del titular que muy a propósito, este servidor a tenido a bien en escribir. Guardiola bajó al vestuario y algo debió decirles para que soltaran el lastre mental y, sobre todo físico del que hicieron gala tres cuartos de hora antes. Además hizo un cambio que alteraría por completo el devenir del encuentro. Y es que fue salir Henry y todo volvió a lo que el público necesitaba.
Ahí apareció la suficiencia del Barça encarnada en el mejor futbolista del mundo: Leo Messi. Los constantes movimientos del galo en la vanguardia desconcertaron a la defensa valencianista al punto de hacerla retrasarla lo suficiente y despistarla lo necesario para que desde la derecha y hacia el centro surgiera el genio argentino para dinamitar un partido que hasta el momento podía caer de cualquiera de los bandos. El primero fue en jugada personal; después de irse de tres jugadores contrarios batió por bajo al cancerbero. El segundo, para mí el mejor, tras un cambio de orientación enorme de Henry que Messi acomodó en un solo toque para controlarlo y prolongar el balón lo suficiente para ganar la carrera a su primer escollo, un recorte hacia fuera para el segundo y pase a la red junto el palo largo para eliminar el tercer y último obstáculo. El hat-trick llegó cuando Henry embolsó con el pecho un balón de espaldas, se giró y asistió al argentino que con mucha clase definió con la derecha.
Y poco después concluyó el encuentro. Un encuentro donde reapareció Touré y actuó Jeffren. Donde Maduro fue expulsado justo después de que Valdés salvara el empate y Messi marcara el segundo. Pero quizá esto es todo accesorio y puede que irrelevante. Lo más importante fue la capacidad que tuvo el equipo para sobreponerse y traspasar la línea. Esa línea que hoy separaba lo necesario de lo suficiente.