Tras la de cal, volvió la de arena. Por si había dudas, el Barça Flickeano confirmó en la noche getafense (o getafeña o getafísica o… ¿a alguien le importa cuál es el gentilicio de Getafe?) que se le dan mejor los partidos donde el rival pretende mínimamente jugar al fútbol que cuando enfrente tiene a admiradores satánicos de Mourinho.
Porque Borderlas ya ha adelantado a su mentor. Por la izquierda y por la derecha en todo lo que representa el antifutbol, el marrullerismo, las pérdidas de tiempo y todo lo que tenga que ver con hacer de este deporte un auténtico suplicio para la vista. Se rumorea que con el abono del Getafe de la próxima temporada regalarán dos tenedores y dos cucharas soperas para sacarse los ojos en cualquiera de sus partidos. Y una camiseta de “Mourinho vive, la lucha sigue” para los primeros 50 abonados.
Y es que, pese a jugar con la alineación de gala, el Barça en ningún momento se sintió cómodo. Y eso que se le puso de cara la noche cuando se adelantó rápidamente en el marcador: Pedri encontró un hueco en la defensa azulona oscura casi negra (como su fútbol y el corazón de Borderlas) para que Koundé chocase con Soria antes de que el guardameta rival perdiese el balón. Jules agradeció el regalo para adelantar a su equipo. Primer gol en el estercolero del balompié en cinco años. Todo un avance.
Pese a la ventaja, el planteamiento por ambos lados no se movió lo más mínimo. Posesión visitante abrumadora, llegadas al área, centros a la olla pero… estaba claro que ese era el plan de un Getafe que firmaba ese 0-1 incluso hasta el minuto 93. Y a cada minuto que pasaba, más cerca se estaba del partido que querían los locales que el que deseaban los azulgrana. Para colmo de males, en el primer ataque getafulero, una volea de Coba repelida por Iñaki De Pena, dejaba un rechace que Arambarri rebañaba, adelantándose a sus marcadores.
Subía el empate al marcador y tocaba picar piedra de nuevo. Algo que este equipo ya está demostrando con creces que no sabe hacer. Una clara ocasión tras remate de cabeza de Lewandowski antes del descanso fue de lo poco reseñable del polaco. Partido para olvidar de Robert, cuyas buenas actuaciones cada vez se espacian más entre despropósitos que firmaría el Cono Arbeloa (el actual) jugando de delantero centro. Cuando tus controles se te van continuamente más de medio metro de tu pie, es que estás más cerca de la retirada que de la titularidad en un grande.
La segunda parte se fue enmierdando cada vez más. A pleno gusto del consumidor getafétido. El Barça chocaba sin cesar contra lo que cada vez se parecía más al muro de las lamentaciones. Y las ocasiones claras llegaban con cuentagotas. Ni Pedri, ni Gavi encontraban huecos para un Robert que continuaba en modo Viejowski. Rabinha, por su parte, hacía un downgrade a su versión 2023 en la que recordaba por qué antes de fichar por el Barça, casi desciende con el Leeds a Segunda. Sin espacios donde correr, sus limitaciones técnicas se hacen más evidentes.
Quedaba la esperanza Lamine. Pero anoche el Chaval, todo mal. Lo intentó de muchas maneras pero estuvo impreciso y, lo peor de todo, empezó a Neymarear. Es decir, a Neymierdear. Y de mala manera. Las rabonas, pases mirando a la grada y lucimientos estéticos que “molan mucho porque yo molo mucho” no sirven para nada. Futbolítiscamente hablando. Porque sí permiten detectar que algo no funciona bien en esa cabeza. El club está a tiempo de corregirlo y exorcizar al demonio brasileño de su mente.
Llegó el tiempo de las lipotimias y las marrullerías. El Mourinho de Hacendado metía jugadores rescatados del inframundo de la 2ª RFEF y reconvertidos en soldados de su Vietcong, que le arrancarían los pezones de un mordisco a Dani Olmo si su Comandante Borderlas se lo pidiera. El Barça cayó en ese pozo oscuro y ni siquiera pudo apelar a la heroica para acabar cediendo dos puntos con los que despedirse de la liga ante el delirio de los 17 auténticos aficionados de verdad del Getafe y el resto de miles de Mierders que poblaban las gradas del antiguo Coliseum Alfonso Perez. Podrán renombrar el estadio las veces que quieran pero cuando tocas fondo en el naming de un estadio, ya no hay marcha atrás. El sorteo de Copa amenaza con un partido en Madrid. Y entre LagoNess y Getafurcios, quien más quien menos prefiere regresar al Mierdabeu.