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Crónica

La semana fantástica

Como aquellas Semanas Fantasticas que anunciaba el Corte Ingles en la década de los 90, el Barça de Xavi se cayó con todo el equipo y dijo adiós a la copa y a la liga –por si quedaban optimistas que realmente pensaban que se podía optar a ella– en un lapso de 4 días. Súmesele el repaso madridista en la Supercopa y la realidad es que se han despedido de cada uno de los títulos con no menos de 4 goles en contra en el zurrón.

Y es, precisamente, esa debilidad defensiva que lo ha traído hasta este punto de no retorno, la que volvió a explotar el contrario. En esta ocasión, el Villarreal. En tiempos no muy lejanos que fuera el Villarreal el que te sacara los colores, podía tener alguna justificación cuando los grogets eran un equipo difícil, incluso temible en ocasiones. No es el caso del actual, sumergido en la 15ª posición cuando saltó a Montjuic, más cerca del descenso que de Europa y demasiados cambios de entrenador. No tuvieron los de Marcelino la primera ocasión nada más comenzar el partido, como es ya nefasta costumbre azulgrana, pero en seguida se vió que Sorloth y Gerard Moreno iban a traer por la calle de la amargura.

El plan del Villarreal, con cerrojazo y repliegue, buscando los despliegues rápidos en ataque era más que suficiente para que el Barça, perdido en su falta de ideas y de velocidad en la circulación, no generase ni una clara ocasión de gol. Y además, los visitantes pudieron disponer de varias ocasiones claras. La primera de Gerard Moreno, acabó en gol, anulado por una molestia de Sorloth a la defensa azulgrana. Difícil entender porque en estos tiempo del VAR moderno, la tecnología sancionó al noruego simplemente por hacer su trabajo. Arengado por la injusticia, la dupla atacante amarilla conectó poco antes del descanso para, de manera merecida, adelantar a su equipo. Porque nuevamente el partido se estaba jugando a lo que quería el contrario.

El triple cambio de Xavi tras el descanso con la intención de dinamizar al equipo, se complicó aún más cuando se cumplió por enésima vez la ley del ex en clave blaugrana. En una jugada donde el Villarreal ni siquiera necesitó trenzar el futbol –patapunparriba del portero– Ilias Akhomach aprovechó el regalo de Joao Cancelo para batir a Iñaki de Pena en el mano a mano. Cero a dos y la música de viento comenzaba a hacer acto de presencia en Montjuic. La tramontana, probablemente.

Ahí no le quedó más remedio al técnico azulgrana que renunciar a su extraño plan de jugar con 10, y decidió sacar del campo a Juan Infeliz –en un club serio, los de hoy debieran ser sus últimos minutos como profesional– y dando entrada a O Tiburão do Foios. El antídoto funcionó de manera casi inmediata: gol de Gundogan a los dos minutos, clara ocasión de Ferran a los 5, gol del empate de Pedri a los 7 y remontada completa tras remate al alimón entre Bailly y Araujo a los 10. Diez minutos de locura que ilusionaban e indignaban a partes iguales: si el equipo es capaz de arrollar al rival de esa manera, ¿a qué se había estado dedicando los 60 minutos anteriores?

Pero visto lo visto durante la temporada, era evidente que el partido no había terminado ahí. La maldita costumbre de bajar el pistón una vez por delante en el marcador, sin saber mantener el control del partido y las enormes carencias defensivas volvieron a pasar factura. Por si fuera poco, la entrada de Kodroque confirmó su etiqueta de gafe. Desde su llegada al club todo ha ido cuesta abajo y hoy el brasileño hizo doble tirabuzón. Su entrada al campo fue el principio del fin. Falló torpemente un mano a mano, evidenciando una defectuosa falta de fundamentos técnicos, poco antes de que Sorloth volviese a molestar a la defensa azulgrana filtrando un pase a Guedes.  En su intento de ser recuperado para el futbol de elite, el portugués cruzó un disparo al que un portero normal, mucho menos Iñaki de Pena, nunca podría llegar.

Quedaban cinco minutos para el final y lanzado el Barça a un ataque desesperado –la constante habitual de la temporada– llegaba el penalty por mano en el área anulado a instancias del incompresible VAR. La ansiedad se apoderaba de los azulgrana, en forma de más barullos en el área y otro penalty por mano ahora no pitado ni corregido. Y, a río revuelto, ganancia de pescadores: primero Sorloth, aprovechando un nuevo fallo de juvenil del indignante Iñaki de Pena, y después Morales ajusticiando a un equipo volcado al ataque, ponían la manita en Montjuic.

Y es que cuando tu único argumento durante lo que va de temporada –y mucha parte de la anterior– son los resultados, ignorando de manera sistemática el horrendo juego, solo hay esa cuerda a la que agarrarse. Y cuando esa única cuerda se rompe, a base de marcadores bochornosos, ya no queda salvadidas. Ahora Xavi dice que se va a final de temporada. Nuevamente haciendo las cosas a medias. O juego o resultados pero nunca ambos juntos. Echar a algunos veteranos decrépitos pero no a todos. Cargarse a los que no se están al 100% pero solo en ocasiones. Nadie duda del barcelonismo de Xavi, como no se podía dudar del de Joan Gaspart, pero su capacidad para ser el líder del proyecto hace tiempo que está en seria duda. Su dimisión a seis meses vista tiene una doble lectura: primera, que no hay nadie adecuado o en condiciones de venir ahora mismo y, segunda, que el de Terrasa aún guarda una ilusa esperanza de que suene la flauta de la Champions. Spoiler: no va a pasar.