Un punto de inflexión es un umbral crítico que, si se traspasa, lleva a cambios significativos, y a menudo irreversibles. Lo que no se suele saber es si esos cambios significativos son a mejor o a peor. El año pasado, esta misma final ante este mismo rival y en este mismo lugar, se convirtió en el punto de inflexión que llevaría a los de Xavi, casi de carrerilla, hacia el título de liga. Este año, en cambio, las circunstancias han cambiado tanto que el partido apunta a ser el inicio del derrumbe definitivo de la “era Xavi”.
Porque el Barça, sin hacer un partido realmente malo, perdió con claridad y fue goleado por un Madrid que tampoco hizo un partido excelso. He ahí la triste realidad. Ficticius fue el principal beneficiado del planteamiento suicida de Xavi con una adelantadísima defensa que se combinó con la extraña fuerza magnética que ejercen los postes de hierro sobre Iñaki DaPena impidiéndole salir. El de Terrasa parece no saber que jugar con un portero que no se moja si llueve porque vive debajo del larguero, es incompatible con una defensa casi en el medio del campo. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, el brasileño aprovechó los agujeros y antes del primer cuarto de hora ya había puesto dos goles por delante a su equipo.
Cierto es que dominó desde entonces el Barça, o más bien se dejó dominar el Madrid, y un gran derechazo de Dugarrowski, que amaga con volver a su idilio con el gol, parecía volver a meter al Barça en la final. Pero ni cinco minutos duró el espejismo. El tiempo que tardó Araujo en agarrar ligeramente –desde luego más ligeramente que el agarrón que él mismo sufrió en liga– a Ficticius. El Mandela de Hacendado, loco por la música, cayó derribado como si hubiese sufrido un disparo procedente de un AK-47. Penalty que él mismo, con sus habituales ganas de protagonismo, se encargó de transformar.
En el descanso, el panorama era aún más desolador: el culé de a pie se debatía entre si Sergi Tormento, renovado año a año por motivos de indigencia económica, debía seguir en el campo o ser sustituido por un chaval que estuvo cedido en Segunda B el año pasado con 20 años. La reanudación solo fue más de lo mismo, con un quiero y no puedo azulgrana frente al ejercicio de sobriedad y dominio de la situación madridista. Ni siquiera dio tiempo a ver si el triple cambio que Xavi, con las entradas de Fermín, Lamine El Chaval y Juan Infeliz, era capaz de solucionar algo. Un nuevo fallo defensivo, con despeje chusco / asistencia de Koundé para TedigotrigopornollamarteRodrygo ponía en bandeja el cuarto de la noche.
Y como a perro flaco todo son pulgas, Araujo dejó a su equipo con diez tras una rigurosa expulsión tras una falta sobre Ficticius que cayó nuevamente. Esta vez sus gestos de dolor parecían ser consecuencia del ataque de un pitbull mordiendo con rabia sus partes nobles. Tras la roja, y con el brasileño increíblemente recuperado, el Barça se veía con un jugador menos, tres goles desventaja y con tener que aguantar las constantes provocaciones y payasadas del susodicho. La mejor opción para detener la posible humillación por parte de los blancos, pasaba por comenzar a tener sexo sobre el campo, –a ser posible con un rival– y que los saudíes detuvieran el partido. No fue necesario, porque el Madrid no buscó ensañarse y con ese resultado terminaba una olvidable Supercopa. Que el equipo viniese arrastrándose durante meses y que se pasara realmente mal para sacar los puntos ante los colistas –y no siempre, como en Granada– deberían haber dado alguna pista.