Categories
Crónica

Enciendan las alarmas

Recuerden este nombre: Ryznyk. Pocos porteros en la historia del fútbol podrán decir que jugaron un partido completo frente al Fútbol Club Barcelona y no tuvieron que realizar ni una sola parada. Contra lo que se podía suponer de inicio, fue Ter Stegen el que tuvo que intervenir en muchas más ocasiones de las esperadas.

Y es que el castillo de naipes de las excusas baratas de Xavi ya no aguanta más. Ni el estado del césped, ni las lesiones, ni un rival de mayor calidad… Ya no hay justificación posible al mal juego del equipo que viene siendo una constante en el tiempo. Una alarmante falta de ideas, de intensidad en la salida de los partidos, de incapacidad para romper las líneas del rival, todo tapado por buenos resultados, muchos de ellos conseguidos a última hora tirando de épica. Pero quien desafía al espíritu de Johann lo acaba pagando: debe dar gracias Xavi a la mala puntería de la Real para que la de hoy no fuera su tercera derrota consecutiva.

Porque el juego del equipo hoy en Hamburgo fue tan lamentable como el del sábado pasado. Como el de la segunda parte contra este mismo rival hace quince días. Como en Granada. Como en Mallorca. Como en casa contra el Celta… Es decir, el partido de casi siempre esta temporada. El de un equipo sin ninguna identidad. El de un equipo con tan poca personalidad y que lo fía todo a que entre la ocasión de última hora. Y que ya no puede confiar ni en su delantero estrella. De aquel Lewandowski de hace un año que no solo marcaba sino que generaba peligro en cada ataque no queda ni el aroma. Una situación previsible cuando fichas a un delantero de 34 años que ya jugó sus mejores 100 partidos pero que ahora amenaza con convertirse en un serio problema: en verano su sueldo pasa a ser de 32M brutos. Es decir, el de alguien que debe resolver uno de cada dos partidos. El Robert de hoy solo puede cobrar esa cantidad en la liga saudí.

En descargo del equipo hay que decir que se empezó el partido con tres jugadores -Kalboriol, M.alonso y Yerrán- y medio –Raphinha- menos. Pero eso no es suficiente razón para que el único argumento ofensivo sean disparos lejanos y balones a la olla sin sentido. El estado del campo, cercano al patatal, no ayudaba tampoco. Eso sí: estaba igual de mal para los dos equipos. Y a las piernas de los jugadores del Shaktar no se le notaba ni el barro ni su viaje de 7 horas en autobús tras una previa en avión. Sudakov y Newerthon parecían aviones frente a la defensa azulgrana y en uno de sus ataques el joven Sikan adelantaba a los suyos con un gran remate de cabeza. Nadie podía decir que el resultado no era merecido.

En el descanso, Xavi se dio cuenta de lo infame del juego de su equipo –es un halago denominarlo así- y dio entrada a Pedri, Lamine, Joao Félix y Balde. Un cuádruple cambio que tampoco mejoró el juego pero que, ayudado por el paso atrás de los ucranianos, permitió al Barça volcarse en ataque. Más por empuje que por fútbol, porque éste seguía brillando por su ausencia. Y es que viendo los continuos melonazos al área, dignos de los mejores tiempos del Koemanismo, quien más quien menos echaba de menos a Luuk de Jong en la plantilla.

La nulidad en ataque y un par de contraataques ucranianos –uno de ellos acabó en gol anulado por el VAR– terminó de meter el miedo en el cuerpo y reavivar viejos fantasmas de ridículos europeos: el equipo pareció conformarse con no encajar el 2-0 y mantener ganado el goal average al Shakhtar. Por si las moscas. Y así, de poder estar clasificado para octavos el primer martes de noviembre, se pasó a temblar con la visita del Oporto y en llegar a la última jornada a mediados de Diciembre con posibilidades reales –desde luego por el juego exhibido– de irse a la Europa League. Otra vez.