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Crónica

Pinchazo

Tener la remontada como plan alternativo es algo necesario. Tenerla como método recurrente no es, definitivamente, una buena idea. Porque remontar 2 goles en 8 minutos como sucedió el sábado pasado fue un hecho histórico, de esos que suceden cada ciertas décadas. Así que difícilmente se iba a repetir 2 veces en 3 días. Sin embargo, este Barcelona sigue empeñado en hacer gala de su irregularidad futbolística: nunca más de dos partidos buenos seguidos. Toca, por el contrario, la racha de partidos malos.

Y todo ello regado con un carrusel de cambios y rotaciones -prácticamente toda la defensa y descanso para Lewan- para, apenas comenzado el partido, ver a Ter Stegen, reclamar su cuota de protagonismo en el todomalismo. Acaso demasiado elogiado últimamente, hay que recordar que no son extraños los excesos de confianza del alemán con los pies. Quizá había pasado demasiado tiempo desde su última pifia. Y la estadística dijo que tocaba hoy. Desde luego el Mallorca no iba a aprovechar la secuencia de regalos azulgranas. A saber: Ter Stegen se la juega con un pase arriesgado -> Kalboriol mira a otro sitio -> Araujo despeja hacia un rival -> La defensa al completo es incapaz de tapar la línea de pase a Muriqi -> Gol en contra. Otra vez a remar. Pero esta vez en campo contrario y con un equipo aguierrido (de Aguirre) sumado a un césped enfangado que no ayudaría en lo más mínimo.

Como tampoco ayudó la ausencia de Frenkie DeCepcjong. El rol del holandés esta temporada parece de capital importancia y su falta se notó. Demasiado. Más aun viendo a Kalboriol y/o a Gündogan tratando de sustituirlo. Mientras, en ataque, el souflé Infeliz amaga con desinflarse. Y O Tiburão do Foios volvió a confirmar que cuando es titular deja los dientes en el banquillo.

Solo Raphinha mostraba su cara habitual: lucha de currante del fútbol, buena zurda, –intento de– desborde y, a veces, acierto. En una de esas ocasiones, su latigazo con la zurda empataba el partido. No habían creado demasiadas ocasiones hasta ese momento los de Xavi, pero el gol les dio la calma necesaria: a raíz de ese empate llegaron los mejores minutos. Raphinha mostraba que igual da una de cal que una de arena, y tras su buen gol, fallaba un mano a mano solo contra el portero. Poco después, una clara ocasión de Juan Infeliz hacía ver demasiado cerca el 1-2. Pero ocurrió todo lo contrario: saque en largo desde su portería de Rajkovic, Muriqi prolonga con la cabeza y Abdon Panchovilla Prats desvía ligeramente para batir la precipitada salida de Ter Stegen. El fútbol en su mínima tres toques y en su máxima expresión –el gol.

Mediada la segunda parte nada hacía presagiar una posible remontada viendo al Mallorca igual de bien plantado y a un Barça inoperante. Así lo entendió Xavi que recurrió a su arsenal ofensivo: Lewandowski y los chavales le dieron otro ritmo al partido, en especial Lamine con su sensación de peligro cada vez que el balón pasaba por sus pies, con piscinazo –que casi acaba en penalti– incluido. De una buena combinación de todo el ataque azulgrana –con asistencia invisible de Robert– llegó el empate de Fermín.

 

Pero fue apenas un destello en mitad de la nada porque el juego continuaba deslavazado, a la espera de un golpe de fortuna o de genialidad. No llegó ni lo uno ni lo otro. Fueron 7 minutos de descuento, como podían haber sido 17 porque el Mallorca continuó superando al Barça a la hora de disputar cada balón. La conclusión es clara: ya  pueden Xavi y su staff encontrar la manera de ganar estos partidos porque en esta liga será la tónica habitual.