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Crónica

Punto a punto, tedio a tedio

Tras el partidazo que se marcaron frente al Real Madrid, estaba claro que tanto Busquets como Sergi Tormento tendrían su merecido premio: otra vez titulares. Kessie, el menos malo de aquella fatídica noche, de nuevo al banquillo. Parecía otro buen momento para hacerse las dos preguntas que atormentan al barcelonismo desde hace un lustro: “¿Por qué?” y “¿Hasta cuándo?”. Así pues, saltó el Barça a sentenciar –aún más– la liga con un centro del campo compuesto tan solo por las dos mencionadas trillizas más el imberbe Gavi. Una definición casi matemática de explotación infantil. Porque con los Sergios en la sala de mandos, la velocidad de circulación de la pelota recordaba a la era Patata Martino.

Confiar en Raphinha se convertía pues, más en una cuestión esotérica que realista, porque el brasileño cada vez se aproxima más a las prestaciones de aquellos extremos rutilantes que alguna vez vistieron de azulgrana. Léase Trincao, Malcom o Zenden. Sin ningún desequilibrio individual, el plan atacante se limitaba a colgar balones al área con la esperanza de que Lewandoski cazara alguna. Pero el polaco que ya se sabe campeón de liga y pichichi, parece estar pensando más en cómo amueblar su casa de verano en Mallorca para pasar el verano. El análisis ampliado de su temporada pasa por analizar sus goles en los partidos importantes: apenas un gol de penalti contra el Manchester y naufragio total contra Inter y Bayern en Champions y contra el Real Madrid, tanto en Liga como en Copa. Números de aquel Luis Suarez crepuscular. Y no, ya no quedan partidos importantes.

La otra opción atacante pasaba por un Ansu Fati quien, continuamente, sacaba suspiros a la grada. Un lamento silencioso cuya transcripción vendría a ser: “con la chispa que tenía, habría llegado un segundo antes y hubiera sido gol”. Pero ya ha pasado cerca de año y medio de la última vez que el chaval lució esa magia. Hay que darse por vencido. Y su O’Pai, haría bien en empezar a escuchar ofertas. Siendo generosos, no debe esperar algo mejor que un Atalanta de la vida. En su descargo, cuando Ferrán lo sustituyó no mejoró en nada al equipo. Al contrario, lo empeoró. En el caso del valenciano, incluso el Atalanta parecen palabras mayores para él.

Llegado el descanso, la televisión enfocaba a una niña durmiendo en la grada. Acaso un mensaje subliminal para que el televidente se plantease cambiar de canal. El documental que ofrecía una plataforma sobre la cría de la langosta verde en Madagascar –aunque fuera de pago– parecía una propuesta más entretenida que el juego azulgrana. Porque llamaba más la atención lo que pasaba fuera del terreno de juego que dentro de él. Por ejemplo, mirando a la banda, donde Pablo Torres se pasaba calentando toda la segunda parte. Desde ahí, tuvo la misma influencia en el juego que Sergi Tormento. Sin Pedri y sin De Jong, resulta incomprensible que Xavi siga sin apostar por algo nuevo en un medio del campo sin ninguna creatividad.

En medio del tedio, y con un Girona que supo mejor a qué jugar durante los 90 minutos, el partido se fue por sumidero del aburrimiento, dejando claro que si aquel partido de liga contra el Madrid que sentenció la liga se ganó por fe y determinación, la derrota en Copa ha devuelto al equipo tres casillas para atrás. Las importantes bajas cada vez dejan más en evidencia la falta de profundidad en la plantilla. El equipo se mantiene en pie como puede, amparado en una engañosa solvencia defensiva –fuerte contra los débiles, débil contra los fuertes– y se aseguró el puntito y una nueva portería a cero que acerca más el record de Liaño. Mirando el lado positivo, el viernes pasado nadie habría creído que hoy se estaría con 13 puntos de ventaja. La cara negativa es que tampoco nadie habría creído que se jugaría un partido tan espantoso.