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Crónica

Carta a los Reyes Magos

“Queridos Reyes magos: No os pido ningún jugador para el Barça. Me es suficiente con que os llevéis a Busquets, a Tormento y a Jordi Alba al Ínter de Miami o a acompañar a Penaldo en Arabia Saudí. Con el timador Dembélé, podéis hacer lo que queráis: pero que sea a no menos de 10.000 km del Camp Nou. Gracias.”

Así debería comenzar cualquier carta a los reyes magos de un culé en este comienzo de 2023, tras ver muy cerca una debacle similar a las de los peores años del gaspartismo en Copa. Porque tras el tempranero gol de Araujo a la salida de un córner, el partido decantó, al menos en su primera parte en algo tristemente parecido a lo visto hacía unos días contra el Español: efecto gaseosa, gol y a dormir. Ante un rival muy inferior, se construía desde atrás y se dominaba, pero el equipo chocaba contra su propia incapacidad al no tener gente diferencial en ataque.

Porque Ferrán está llegando a niveles de aquel Ficticius que no le marcaba ni al arco iris y que fue carne de meme. La única esperanza que le queda al valenciano es ver que el brasileño pudo salir adelante. Por su parte DembeLerdo, (porque partido a partido deja clara su ausencia de inteligencia futbolística) ya hace tiempo que está físicamente bien, no se lesiona cada dos partidos y ya ha quedado claro que las lesiones no eran la razón por la que no triunfó, triunfa ni triunfará en el Barça. Caso aparte es el de Memphis. Hay que pensar que quizá no habría que haberle fichado a él en su día sino a su psicólogo: debe ser un genio quien pudo hacer creerse al holandés que es un crack.

Y mientras Dembelé dembeleaba y Ferran ferraneaba, Araujo salvaba el empate del Intercity. Una clara advertencia de que el Barça jugaba con fuego. A los alicantinos, les valía con un solo pase al espacio, para dejar a toda la defensa vendida. Algo que no quisieron o no supieron ver los azulgrana que salieron con (aún) menos intensidad en la segunda parte. El medio del campo, con lo que queda de Busquets a la cabeza, seguía ausente y Kessié, la versión africana de Rochemback, cada vez recordaba más al periódico del metro: que solo lo tienes en casa porque te lo dieron gratis.

Cuando Soldevila empataba y recordaba la tirana ley del ex (canterano en este caso), Xavi volvió a hacernos intuir que, como ya sucedió a sus antecesores, morirá víctima de su respeto hacia las vacas sagradas. Pudo haber señalado a cualquiera de los veteranos por su horrendo partido pero optó por la solución fácil: quitar a Pablo Torre, quien no había completado un mal partido hasta el momento. Llegó, poco después, el único momento de lucidez de DembeLerdo: contraataque del francés que, al no tener a quien regatear, terminó por chutar y marcar. Tan solo había necesitado perder 24 balones antes para lograrlo. Poco le duró la alegría de ver a su nineta marcar -sabedor de que así tendrá margen para darle 10 titularidades más- porque ni cinco minutos después tuvo que observar el marcaje con la mirada del indolente Alba para que el Intercity volviera a empatar. Un comentario sobre el lateral que sigue vigente desde 2016.

No dio tiempo a desatar (aún) la histeria a la afición azulgrana porque sin solución de continuidad y en pleno despelote futbolístico, Raphinha volvía a adelantar por tercera vez a los suyos. El trepidante partido, podría hacer pensar a un despistado televidente que acaso fuera una eliminatoria de Champions entre el Barça y el Inter o el City. Pero no, era el Intercity, un equipo en posiciones de descenso de la Primera RFEF. Que volvió a levantarse para, nuevamente por medio de Soldevila, empatar la eliminatoria. La última vez que un jugador de esta categoría le había hecho un hat-trick al Barça fue en otro partido de Copa frente al Novelda. Aquella eliminatoria terminó mal, y mal pintaba la noche en clave blaugrana.
Porque ver que Busquets y Kessié jugaban los 90 minutos, hablaba bien a las claras sobre qué pretende Xavi de un partido. Cinco semanas de parón mundial supuestamente dedicadas al estudio y análisis de los problemas del equipo no han debido ser suficientes. Comenzaba la prórroga y era imposible no exaltarse, al pensar en el Muerto de Badia lanzando un penalti en la posible tanda: estaba demasiado reciente su exhibición en el Mundial frente a Marruecos. Las vacas sagradas culés ya tenían registrados múltiples ridículos europeos, pero faltaba uno realmente gordo en Copa. Una eliminación que cerrase el círculo y pusiera el broche de oro a su último y largo lustro como culés. ¿Cuál sería el castigo de Xavi ante la eliminación? ¿Les mandaría escribir 100 veces: “hay que pasársela más a Dembelé”? ¿Los haría entrenar el día de Reyes?

No sabemos. Ansu Fati se encargó de evitar que su técnico respondiera a esa pregunta con el gol que, ahora sí, sentenciaba el partido y la eliminatoria. Un gol que hasta daba vergüenza celebrar por no terminar de quitar la continúa sensación de bochorno.