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Crónica

Minority Report

Cual miembro de la policía pre-crimen en Minority Report, Ronald Koeman ya lo había avisado hace unos días: “No estamos para ganar muchos títulos”. Muchos no: ninguno. Porque el partido ante el Sevilla se presentaba como una gran piedra de toque para calibrar las posibilidades reales de levantar un trofeo esta temporada —era el primer rival serio en el torneo— y el estado real del equipo ante equipos de nivel top europeo, de cara al inminente duelo ante el PSG. Y volvieron a vérsele todas las costuras al traje.

No ayudó, sin duda, presentarse con una defensa con Junior Firpo, Mingueza y un ex jugador llamado Umtiti, acaso la peor línea defensiva que ha presentado un equipo blaugrana desde que se juntaron en una misma noche Dehu, Christanval y Coco. Porque si algo tiene el Sevilla es que no hace ningún tipo de concesiones y daba la sensación de que, incluso el mediocampo azulgrana no se fiaba de su propia y parcheada defensa: en vez de salir a presionar, el equipo tendía más a arroparse. A las primeras de cambio, se comprobó el por qué.

Si hace una semana fue el veterano Soldado, hoy un joven central volvió a dejar en evidencia a Umtiti: Koundé se puso el disfraz de Beckenbauer y, tras incorporarse al ataque, tiró un túnel a su compatriota y batió a Ter Stegen. Un gol que dejó dos preguntas en el aire ¿Por qué se empeña Q-Man en dar oportunidades a un ex jugador? ¿Y por qué nadie que no sea Monchi puede detectar jugadores como Koundé?

Nuevamente por detrás en el marcador pero esta vez con la sensación de que remontar en Andalucía iba a ser más complicado. El gol afianzaba aún más el poderío físico y mental de los de Lopetegui y descolocaba a los azulgrana. Pedri mostraba voluntad pero sin el acierto de otros días y cerca de él Dembelé confirmaba algo que ya se venía sospechando: que no es más que una versión (poco) mejorada de Ficticius. Su velocidad, sus amagos y sus fintas pocas veces terminan en algo productivo. Y muchas, en balones al contrario. Dicho en román paladino: Ousmané, mucho ruido y pocas nueces. Solo el aura de Messi parecía alterar por momentos al Sevilla. Pero el argentino entendió lo que muchos de sus rivales sienten al tener enfrente a Ter Stegen, en esta ocasión disfrazado de Bono.

La segunda parte no se distanció de la primera y quedó resumida en una acción: el intento de Umtiti de imitar la acción de Koundé en la primera. Spoiler: acaba mal, con el que fuera hace unos años un más que prometedor central, por los suelos. Porque además del pelazo de Jules y una rodilla en condiciones, a Samuel también le falta potencia, habilidad y velocidad. Como si fuera una alegoría de todo el conjunto. Una lanza en su favor: no fue el peor del equipo. Ni siquiera fue el peor francés sobre el terreno de juego. Ese honor recayó en el “innombrable” que lleva camino de repetir punto por punto su temporada pasada: su única aportación destacable va a ser ayudar a pasar una eliminatoria de Copa. Si Butragueño vivió de sus goles a Dinamarca durante casi 10 años, Antoine aspira a superarlo: ser capaz de estar tres temporadas seguidas en el Barça por marcarle dos goles al Ibiza y dos al Granada. Ninguno de esos goles sirvió para nada.

El quiero y no puedo del ataque azulgrana ante la superioridad física del Sevilla se hacía cada vez más evidente. Y la pasividad de Q-Man en el banquillo aún más sorprendente: ni un solo cambio en 80 minutos cuando a metros de allí ya se habían producido cuatro. Se hacía previsible que el Sevilla pudiera dejar casi sentenciada la eliminatoria en una contra. Y un nuevo ataque de artrosis en la cadera de Umtiti permitió que Rakitic cumpliera con la inexorable “ley del ex”: no lo celebró porque ya bastante humillante para tu ex equipo es que sean dos jugadores regalados a rivales directos los que te dejen sin Liga y sin Copa. Todo un detalle, Ivan. Q-Man, a la altura de su equipo, completó un partido táctico para olvidar dando entrada a Trincao en el minuto 90. ¿Para aguantar el resultado? La esperanza de que, a última hora, un disparo de Messi dejase la eliminatoria abierta fue repelida por un Bono que completó su recital (se admiten lapidaciones virtuales por el mal chiste). “¡Otra, otra, otra!” parada salvadora.

El resultado deja el segundo nadaplete consecutivo a la vista. Tal vez algún optimista sea capaz de afirmar que el Barça aún depende de sí mismo para hacer un doblete. Sin embargo, los más pesimistas estamos temiendo que la semana que viene Messi ya se suba al autocar del PSG cuando el equipo francés regrese a París.