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Crónica

Homenaje al Mundial de Sudáfrica

Apuraban los de Setién sus escasas opciones en la Liga, todas ellas a expensas un Granadazo y/o un Villarrealazo y, para ello, volvió el Pasiego a apostar inicialmente por un planteamiento más cercano a las tesis cruyffistas. Se intuía, en ocasiones, una defensa de tres y en la primera parte el resultado estuvo más cercano al juego de Villarreal. Buena culpa la tenía que el juego girase principalmente en torno a Riqui ENP, jugador con “quelitat infidual” diría Johann. La superioridad azulgrana en el medio del campo se traducía en un goteo de llegadas que anunciaban el primer gol.

No era cuestión de cuándo sino de quién: la ausencia de Luis Suárez por obligado descanso hacía girar los ojos hacia El Hombre Gris. Pero el francés volvió a hacer lo que mejor ha hecho durante esta temporada: ser intrascendente. De cuerpo presente pero ausente de ánimo añadió una muesca más a su repertorio de despropósitos y desperdició una clara ocasión poseído por el espíritu de Dugarry.

Nuevamente, el más inesperado abrió la lata. De Arturo Vidal dijo Pep Guardiola cuando lo fichó para su Bayern de Múnich que “si he de ir a la guerra, le quiero a mi lado…». Lástima que lo dijera hace cinco años. Y es que nadie puede negar la entrega, la pasión y el despliegue físico que hace el chileno pero su problema es que su absoluta anarquía aporta tanto como quita en el terreno de juego. La asistencia, una vez más, a cargo de Messi: se hace difícil pensar una ocasión de gol de este equipo en el que no intervenga directa o indirectamente el argentino.

Se empezó a sentir demasiado cómodo el Barça ante la inoperancia pucelana en ataque, hasta que una clara ocasión de Kike Pérez, poco antes del descanso, recordaba que un solo gol de diferencia era estar a tiro de VAR. Tomó nota Sergio, el técnico blanquivioleta, y sus cambios con clara vocación atacante surtieron efecto: las llegadas locales comenzaron a sucederse ante un rival que se olvidó de la posesión. A su acierto en el planteamiento inicial contrapuso Setién unos cambios magureguistas sacando, quién sabe por qué, a las piernas más jóvenes de Riqui y Lenglet. Acaso pretendía homenajear el décimo aniversario del Mundial de Sudafrica finalizando el partido con Busquets, Arturo Vidal y Rakitic: por aquel entonces ya eran titularísimos con sus respectivas selecciones.

Así, no fue de extrañar como terminó el partido todo un aspirante a ganar la Liga: encerrado, a punto de ser castigado por la “ley del ex” si Sandro hubiera acertado en su último remate y pidiendo la hora contra un equipo que aún no ha llegado a los 40 puntos. La mano de un náufrago agarrándose a una tabla  para tratar de llegar a la orilla: esa es la alegoría que define a esa última mano salvadora de Ter Stegen.