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Yoyalodije

El Don

A falta de 5 minutos para el final este Rayo vs Barça estaba siendo un doble deja vu. Por un lado, una copia del horroroso partido de Copa en León hacía cuatro días. Y por otro, una réplica de la no menos espantosa actuación culé en Leganés: tras un gol rápido de Luis Suárez después de una arrancada de Jordi Alba (cabría hablar casi de triple deja vu) ante un rival en puestos de descenso, se da el partido por terminado. Resuelto. Tres puntos más al zurrón. Modo funcionarial activado. Para describir el juego azulgrana a partir de ese instante, hago mías las palabras de aquel juez único del Comité de Competición, José Javier Forcén, quien dictó sentencia en la mítica acción de Michel y Valderrama: “Los jugadores del Fútbol Club Barcelona incurrieron en una auténtica falta de decoro por cuanto su juego supuso, metafóricamente, manipularse en público el don que, en exclusiva, a los varones otorgó natura”. Para quien no entienda la sentencia, le recomiendo consultar al Señor Solari la traducción al español castizo.

Los tocamientos más escandalosos corrieron a cargo de Chutinho. Por ser a dos manos. Y en ocasiones incluso a dos pies. El “sucesor de Iniesta” tardó más de 20 minutos en entrar en juego. No chutó en todo el partido. Ya hace casi un año que está en el club y uno sigue sin saber cuál es su mejor puesto. Supongo que los fichajes hechos por capricho tienen esto: que uno los hace y no sabe exactamente para qué. Cada vez se parece más a esa chaqueta que te compras porque tenía buena pinta en el escaparate y al llegar a casa te das cuenta de que no te combina con nada de lo que tienes. Y que insistes en ponértela porque te costó muy cara. Porque nunca está de más recordar que su fichaje costó lo mismo que el presupuesto del Rayo… durante las próximas diez temporadas.

Un Rayo al que no se le puede reprochar lo más mínimo pues hizo todo lo que se le pudiera pedir: presionó, corrió, remontó, por momentos bailó al rival, lo zarandeó y mereció, sin duda, los tres puntos. La manida expresión de “nadar para morir en la orilla” nunca tuvo una mejor metáfora visual, futbolísticamente hablando. Preocupado por anular el supuesto juego de toque y posesión culé, se olvidó de cómo defender las antípodas del fútbol marca de la casa blaugrana: los balones a la olla. Uno, aprovechado por Dembelé, de nuevo suplente pero volviendo a ser decisivo como en la noche del patatal de Valladolid. Y el otro, por Luis Suárez, el irreductible charrúa. Los nativos americanos que poblaban el actual Uruguay, famosos por su tenaz resistencia (acaso otra referencia metafórica al “don que a los varones otorgó natura”) le inspiraron para dar una lección (más) de lo que es un auténtico “9”. En el 89′. Como cada año, ha tardado en entrar en calor pero ahora, la expresión que comparte con sus vecinos del Río de La Plata (“Que bueno que viniste”) cobra nueva vida “Que bueno que volviste”.