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Crónica

El Premio

No puedo, ni quiero decir que el Athletic no merezca esta Supercopa. En ilusión y en fuerza han superado a un Barça que planteó la ida con alfileres, como un vestido de prueba, y que no tuvo arrestos, ni cerebro para remontar un cuatro a cero casi imposible de revertir. El Athletic ha levantado un ansiado título 31 años después y, a pesar de ser un título menor, se celebrará como una Champions. Cada uno tiene sus metas.

Dicho esto me gustaría analizar lo ocurrido ayer y lo que, entiendo, ha sido decisivo para que, ni tan siquiera pudiéramos ponerles el miedo en el cuerpo.

En primer lugar, una deficiente preparación física y mental para encarar este doble enfrentamiento con los animosos vascos. La gira americana estará muy bien para las arcas pero un club al que, últimamente, solo le interesan los títulos debería hacerse mirar por qué no se hizo una pretemporada más acorde con un equipo profesional y no de los Harlem Globetrotters. Evidentemente también afectó la Copa América pero era una variable con la que contábamos, como los títulos que nos jugábamos en agosto.

El resultado es que tanto en Bilbao como ayer, incluso más, se vio a un Athletic pletórico con un Aduriz que parecía el mismísimo Ibrahimovic bajando balones, aguantando líneas y volviendo locos a los centrales que en ningún momento pudieron con su juego. Si a esto añadimos la presión constante durante los noventa minutos y el marcaje de hasta tres hombres a Messi nos encontramos ante un Barça incapaz de, ni siquiera,asustar al rival.

No tengo claro que sin la sanción de la Fifa no hubiera ocurrido lo mismo. Entiendo que en el partido de ida hubo fallos individuales pero no solo fallaron Adriano y Sergi Roberto, fallaron titulares como Ter Stegen o Alves y los refuerzos de la segunda parte no hicieron sino, objetivamente, empeorar el marcador. Es un problema de más calado.

Lo cierto es que la ilusión no se ficha sino que se genera en un grupo y me temo que este año tendremos muchos problemas en este aspecto. Añadiré, y esto es una opinión mía, que la victoria de Bartomeu no ha generado demasiada euforia en los pesos pesados de la plantilla, a excepción del inefable Piqué.

Sí, Piqué, el que se ha convertido en portavoz de la ilusión del equipo, el que confiaba en remontar, el que dijo aquella frase de “que se jodan los de Madrid y nos vean dar la vuelta al campo” Y tanto que se jodieron.

La respuesta fue enviar un árbitro madrileño a la vuelta de la Supercopa. Se nos fue Eto’o como bocazas oficial y el brioso central ha tomado el relevo.

Velasco hubiera pagado por arbitrar el partido de ayer. Con una eliminatoria sentenciada a la ida y, nada menos, que en el Camp Nou. Se le vio disfrutar, junto a sus asistentes, como un cochino en su charca, quitando un poquito de aquí, un fuera de juego por allá, esta faltita que te pito aquí pero no te pito nunca allá. Pero el orgasmo fue cuando, tras un fuera de juego no pitado al Athletic, Piqué, autonombrado vengador oficial, se desmadró y se puso a gritar como un orate al asistente . Ahí cavó su tumba: toda la rabia de la caverna, todos los silbidos de aquellos entrenamientos de la selección se concentraron en el cerebro de Velasco Carballo que eyaculó una tarjeta roja que dejó el partido como una balsa de aceite.

Para mayor risión y en un último vuelco reconfortante en el lodo, faltando 5 minutos y con 1-1 en el marcador Carballo lo gozó expulsando a Kike Sola que pasaba por ahí y dio un pisotón que no merecía más que una amarilla. Pero así, el madrileño redondeó un arbitraje de la vieja escuela de los que los veteranos hemos visto tantos. Cobró su premio Carballo por tantos años de lealtad.

Lo peor es que la fiesta acaba de empezar, ni el equipo está preparado para lo que viene ni acabarán las facturas con la Supercopa. Vayan preparando el trankimazin.