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Crónica

Tormenta en el desierto

Quien conozca la provincia de Almería sabrá que es, fundamentalmente, eso: un desierto. Míticas películas de Sergio Leone se rodaron en Tabernas y el Cabo de Gata sería lo más parecido a un paisaje de mi película fetiche: el Planeta de los Simios. Pues ayer la palabra desierto es trasladable al juego de este Barça de Luis Enrique que nos preocupa, especialmente desde el Bernabéu. Los primeros cuarenta y cinco minutos que se vieron en el estadio de los Juegos del Mediterráneo son los peores que yo recuerdo, desde la época Gaspart seguro. Ni siquiera aquellas famosas dos temporadas de la autocomplaciencia de Rijkaard nos hicieron ver un espectáculo de tan poca categoría. Se puede decir que en Almería tocamos fondo.

No quiero poner paños calientes porque algunas actuaciones individuales fueron pésimas en esos cuarenta y cinco minutos, especialmente por parte de los tres que formaban el centro del campo en el que insistió Luis Enrique tras el chasco del Celta pero el campo estaba especialmente impracticable al negarse el entrenador a regarlo en una tarde en la que el viento hacía de secador gigantesco. El cachondo Francisco antes del partido dijo que tenía miedo de que la humedad del mar pudiera trastocar sus planes. Lo dicho, un crack.

Lo cierto es que era prácticamente imposible circular el balón con rapidez y el Barça fue dejándose llevar por su impotencia hasta que Thievy se marchó por velocidad y puso en la cara de todos los culés el drama de una tercera derrota consecutiva en Liga. Algo que no ocurría, efectivamente, desde la ya olvidada época del hostelero loco. El Almería marcó pronto y había tiempo para remontar pero las sensaciones de esos primeros minutos creo que tardarán en borrarse en mucho tiempo.

Tras el descanso hubo dos cambios: se fueron al banco los desafortunados Munir y Pedro y entraron Neymar y un Huracán llamado Suárez que cambió la historia de este partido y espero que también la de esta temporada. Nada más entrar al campo se vio que el uruguayo quería todos los balones y, en un córner, ya remató al travesaño de media chilena. Al cuarto de hora de la segunda parte entró Xavi por alguien que se puso la camiseta de Busquets y comenzó a asociarse y a dar sentido a un juego que hasta ese momento era absolutamente surrealista. Suárez incrustado de delantero por la derecha dio una primera asistencia para que Neymar la empujara a la red, no sin suspense, y consiguiera el anhelado empate. Todo había cambiado y se veía venir que el Barça iba a ganar ese partido. Suárez, después, disparó a puerta y se le fue por un palmo. Poco después , de nuevo Suárez, dio una asistencia para que Messi, gafado desde que busca el récord de Zarra, volviera a rematar al travesaño (lleva cinco o seis en los dos últimos partidos de Liga). Finalmente, fue de nuevo Huracán Suárez quien asistiera de forma precisa para que Alba diera la vuelta al marcador para respiro de una afición que había pasado una auténtica pesadilla digna de Halloween.

Luis Enrique parece enfadado con el mundo y paga con los periodistas su impotencia. Su proyecto se tambalea desde el inicio y todavía se resiste a comprender que con Busquets, Rakitic y Rafinha en la medular el equipo no funciona, que, para bien o para mal, Xavi sigue siendo su mejor interior y que Alves no tiene sustituto. No se da cuenta de que cuando llevas dos derrotas en Liga tu prioridad es ganar y no dar minutos a juveniles y que Messi está dando síntomas de agotamiento. Ahora vienen quince días que espero, sirvan para que el asturiano reflexione acerca de todo esto y piense que,a lo mejor, no hacía falta cambiar tantas cosas y que el año pasado estuvimos a un gol mal anulado de ganar la Liga. Cambiar sí, a peor, no. Nos vemos en quince días, no se amarguen.