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Yoyalodije

MEMORIAS DEL VIAJERO DEL TIEMPO

No dispongo del tiempo necesario ni del talento literario de H.G. Wells para explicarles cómo llegué hasta aquí, navegando a través del espacio y del tiempo. Solo han de saber que estoy apoyado en la ventana de una habitación desnuda, extraña y ajena, envuelto en penumbra, con un rifle en mi mano derecha y sumergido en un silencio monástico que contrasta con el rugido de una multitud alborotada en el mundo exterior, a escasos cientos de metros de distancia. No se preocupen: ni me encuentro en 1963 ni esta ciudad es Dallas.

Echo un rápido vistazo a mi reloj de pulsera: apenas faltan un par de minutos para ejecutar el plan. Me encuentro extrañamente tranquilo y en mi cabeza, quién sabe por qué, suena una vieja canción de Led Zeppelin. Coloco con calma el silenciador en el fusil, acoplo la mira telescópica y, justo cuando Jimmy Page termina de cantar, efectúo el disparo. El impacto sobre el objetivo es limpio y certero, y el estadio enmudece casi al unísono: gestos de incredulidad y de sorpresa desencajan los rostros del público. La pelota ha estallado repentinamente en pleno vuelo sobre el plomizo cielo escocés, desprendiendo trozos de cuero en las cuatro direcciones, provocando que la pierna izquierda de Zinedine Zidane haya conectado una volea que no encuentra más que el frío aire de Glasgow, en un gesto que resulta grotesco e hilarante.

Desde mi furtiva ubicación enciendo con calma un cigarrillo y sonrío con satisfacción, consciente de que he cambiado el curso del partido y que, por obra y gracia de la mecánica cuántica, la victoria final será del Bayer Leverkusen. No habrá novena Copa de Europa. No habrá fotografía icónica de la volea de Zidane. No habrá insoportable literatura hagiográfica ni incesante bombardeo mediático, ni siquiera chascarrillos baratos en las barras de los bares. Si acaso brotará alguna esporádica y amarga queja contra la marca deportiva que fabricó aquel balón defectuoso que reventó en mitad del partido.

Es hora de terminar esta crónica apresurada y proseguir con mi búsqueda. Porque tengo la absoluta certeza de que, en un remoto rincón del planeta se esconde mi némesis, mi antítesis, mi enemigo acérrimo. Un fiel negativo de mi propia persona que también viaja a través de los túneles oscuros del tiempo para alterar el flujo de los acontecimientos. ¿O acaso todavía creen que fue pura coincidencia que aquel portero rumano detuviese cuatro penas máximas consecutivas en aquella fatídica noche sevillana?