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Crónica

Huellas bajo el polvo

F.C. Barcelona, 2 – Valencia C.F., 1

Mal día para dejar de esnifar pegamento: una polémica asamblea de socios compromisarios perfumada con un venenoso aroma de revancha era la triste antesala de un partido peligroso por la visita del líder de la competición, por la errática trayectoria del equipo en sus partidos ligueros como local y por tratarse de un compromiso posterior al virus FIFA.

Decía Màrius Carol esta semana en una tertulia radiofónica con su habitual tono tribunero que no le gustaba Unai Emery. Una razón más para respetar al entrenador vasco del Valencia, que ha sabido encajar esos dos torpedos en la línea de flotación de su equipo que fueron las ventas de Silva y Villa y diseñar un equipo competitivo y fiable pese a las telarañas que hay en la caja fuerte de Mestalla.

La primera parte del Barça fue espesa y grisácea, debido en gran parte al buen planteamiento del Valencia, bien posicionado en el terreno de juego y discutiéndole la posesión del balón a un equipo blaugrana plano y previsible. Y en el minuto 37 Pablo Hernández culminó un fulminante contraataque blanquinegro tras una asistencia perfecta de Mathieu. El mismo extremo valencianista pudo sentenciar el partido tres minutos más tarde en otro contragolpe eléctrico pero un providencial Valdés evitó el segundo tanto visitante.

Se intuye que la lectura de cartilla de Guardiola durante el descanso debió ser antológica porque el equipo ofreció en la segunda mitad una cara tan diferente que ríase usted de Harvey Dent. Apenas tres minutos necesitaron Xavi e Iniesta para trazar una pared tan sencilla como primorosa al borde del área que culminó el manchego con un disparo cruzado para igualar de nuevo el marcador.

El empate fue el pistoletazo de salida para un monólogo azulgrana: el Barça recobró sus rasgos de identidad bajo la brújula del recuperado Xavi y la batuta de un exquisito Iniesta. No fue la mejor noche, en cambio, de un discreto Messi y un desafortunado Villa: el Guaje prolongó su mala racha de cara a portería fallando claras oportunidades de gol (un remate de cabeza a bocajarro y un mano a mano con César, ambos conjurados por el veterano portero valencianista).

Tuvo que ser necesario un poderoso cabezazo del capitán Puyol tras un certero pase desde la derecha de Xavi en el minuto 63 para certificar una importante victoria azulgrana fruto de una meritoria segunda parte a nivel colectivo. Al margen de la plomiza primera mitad acaso se le podría reprochar nuevamente al equipo no haber cerrado el partido en la última media hora con un tercer gol que hubiese evitado incertidumbre, nervios y conatos de tangana en los minutos finales.

¿El césped? En condiciones impecables durante toda la noche. ¿El palco? En el horizonte hay amenaza de borrascas y de nubes negras con forma de fractura social, pero no hay que temer el regreso de aquellos tiempos rancios donde el club obtenía raquíticas Copas de la Liga pero excelentes balances económicos porque hay un cuerpo técnico y una plantilla de jugadores que, contra viento y marea, se han comprometido a tirar del carro institucional hasta Wembley o hasta las puertas del infierno.

En la planta noble las grúas crujen, suenan ruidos de acoso y derribo, de cenizas y escombros… Pero todavía hay huellas que seguir bajo el polvo.