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Leo dependencia

Leo dependencia, sí, pero no la veo por ninguna parte. Cierto es que la leo menos hoy que el viernes, pero no dudo que la volveré a leer tras el próximo atasco de campeón. Bendita dependencia del mejor jugador del mundo la que te permite solventar el doloroso parto ante el Sporting, con solitario y valioso gol de tu nuevo ariete, y dar cuenta de una de las más exigentes plazas con tres muletazos de tu laborioso (Keita), pulcro (Xavi) y polivalente (Busquets) centro del campo.

Leo dependencia y pienso en los nueve jugadores culés que han visto puerta en las poco más de cinco semanas que llevamos de curso. Y me entra la risa tonta si cuento con la inminente irrupción goleadora de Bojan. Porque digo yo que un día de estos al de Linyola le dará por justificar su recién estrenado dorsal.

Leo dependencia e imagino que lo escriben los barras bravas argentinos, temerosos de enfrentarse a Japón sin el pequeño faro que ilumine a la totalidad de menos uno de los argentinos una semana después de que el viejo vigía volvió a despreciar al nunca suficientemente ponderado silencio. Tan ególatra es el albiceleste Dios de la barba y el exceso que necesita contrarrestar con catódicas astracanadas el imparable auge futbolístico-simbólico de su distante heredero. No digas Maradona. Di ego.

Leo dependencia y no entendería que se trasladase esta ficticia, tópica y gratuita tendencia a la inminente alineación de media tarde en el partido del titular medio hecho (Kazan un triunfo, Kazan un empate, Kazan un resfriado, No se Kazan con nadie… en función del medio y resultado). Para el debut de Champions en tierra lejana le debería bastar al máximo aspirante a la reconquista con el concurso de quienes asaltaron San Mamés con un primoroso respeto a las esencias de su juego y a unas innovaciones tácticas que aportan riqueza al equipo y trabajo a los entrenadores rivales.

Leo dependencia y, bien mirado, hasta puede que la haya. Concretamente la dependencia que tiene Messi del juego de sus compañeros y de la inquebrantable complicidad de su entrenador. A ellos, y a nadie más que a ellos, debe el haber pasado de saberse el mejor a sentirse el más grande. A serlo sin decirlo.

Leo dependencia pero apenas veo gratitud. El solista no está solo.