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El hombre que susurraba a los galácticos vende su alma al diablo

Hasta los mismísimos de que el empeño en evangelizar el mundo del fútbol no le permita ganar un puñeteros título en España, o unos octavos en Europa, Florentino ha vendido su alma al diablo portugués que le promete traerle la piel del lobo azulgrana. Pero la promesa es perversa, pues viene todo lo demás. Con el estilo y el mando, con el fondo y las formas.

Antes de firmar el contrato y sentarse en la silla eléctrica del Bernabeu Mou ya le ha echado (y ganado) el primer pulso a Florentino, que para él no deja de ser el cuarto de los fastuosos presidentes a los que el portugués va a meter en vereda, tras Pinto da Costa, Roman Abramovich y Massimo Moratti: no quiero presentación galàctica con la que empezar a recuperar la inversión. Y no la hay, claro que no la hay. Lo dicho, un pacto con el diablo en toda regla.

Se le ha acabado a Florentino el dirigir la nave blanca, el echar a los holandeses y traerse a los rutilantes, el jugar a ser manager. Mou va a poner a su presidente a presidir, y sólo los títulos (o más bien la ausencia de ellos) va a devolver el mando al señor Pérez, que se ha saltado este año las encuestas que abogaban por la continuidad para lanzarse a los peligrosos brazos del entrenador que dirigió el mejor partido blanco de la temporada: el Inter 3- Barça 1 de San Siro.

La barcelonitis de Florentino aflora ahora con más fuerza pero, que nadie se lleva a engaño, siempre ha estado ahí. Lo estuvo en la contratación de Figo, en las presentaciones de galácticos tras cada logro del Barça del triplete, en el bombardeo a Ribery, Villa y todo lo que sonaba a acuerdo culé, en el continuado y fallido toqueteo a Iniesta. Todo en Florentino rezuma ahora complejo de inferioridad.

Pese a que nadie le acusa, ni en el club ni en el entorno, él se empieza a sentir señalado. Curiosa circunstancia. Y es que los números que tanto le encumbraron se empiezan a posicionar en contra. La cosecha de los primeros galácticos estuvo por debajo de las expectativas, la de los segundos sigue a cero. El último de los primeros (Beckham) ganó con Calderón su único título, y el primero de los últimos (KK65) puede campeonar con Brasil tras recuperarse en el gimnasio blanco de su misteriosa pubalgia.

No ha cumplido precisamente objetivos el presidente blanco el año de su regreso bajo palio, la temporada en la que aspiraban los equipos españoles a un máximo de siete títulos entre todos ellos .A saber, y por orden cronológico de desenlace, Supercopa de Europa, Supercopa de España, Mundial de Clubes, Europa League, Liga, Copa y Champions.

Pese a concentrar en una temporada el gasto de fichajes destinado a tres ejercicios el Real Madrid no ha tocado pelo en ninguno de estos títulos, que además no han ido precisamente a parar a manos amigas. Cuatro para el Barça, dos para el Atleti y uno (el menos malo) para el Inter de Mourinho, Etoo y Motta. O el de Sneijder, Cambiasso y Samuel, según se mire.

Antes del indigno cambio de entrenador a golpe de evitables portadas y notorios desaires a Pellegrini, se defendió Florentino de su nula comunicación con el chileno: “Mi misión es dirigir, no hablar con el entrenador”. Dijo dirigir, no presidir. Y dijo bien, porque eso es lo que hace. Ficha a este, coloca al otro, encarece al de más allá y, claro, echa al entrenador. Y se lo pasa pipa porque en el Real Madrid, a diferencia de lo que ocurre en ACS, no tiene que dar ninguna explicación a nadie. Para eso, y sólo para eso, ya está Valdano.

El presidente blanco es intocable, y lo seguirá siendo mientras su guardia pretoriana no se encuentre en las redacciones de los medios sino en sus puestos directivos. Florentino filtró 8 millones a sus fans con cargo y unos minutos después Relaño, Inda, Caridad y Joserra juraban ya que las dotes del gran negociador han rebajado de 16 a 8 con solo una pequeña reunión. Lástima que su interlocutor desvelara a los pocos minutos que los 8M no son más que el primer pago por la totalidad de la cláusula del portugués. Lo gracioso del asunto no radica en que el presidente blanco quiera ser lo que no es (admitamos que Flo está tan dotado como Ivan Campo para el regate), sino que cuatro groupies con mando y corbata hagan que sus medios lo den por bueno. De un tiempo a esta parte servilismo y periodismo parecen rimar con más fuerza.

Picado en su orgullo por la negativa de Mourinho a ser presentado ante la plebe con los honores de galáctico de Armani, el despechado presidente ha delegado en Valdano la presentación de segunda. Así, el director general será el encargado de dar la bienvenida al club a “un carisma andante que no sabe bien qué representa”, como lo definió hace menos de dos años.

Hoy, en cambio, Mou ya no es un apestado para el buen gusto sino la solución al fracaso de un proyecto, tal como diagnosticó anteaayer Valdano el estado de las cosas en el Real Madrid. Y que lo seguirà siendo mientras el portugués no añada títulos a su inmaculada áurea. En ese momento el argentino tendrá más de un pie fuera, y Luis Figo los dos dentro.

Es en tiempos de vacas gordas cuando más debemos detectar el porqué de la sequía del vecino, y así saber por donde no debe pastar nuestro ganado. A pocos días de las eleciones a la presidencia del Barça, y a escasas horas de que Alexandre Rossell vapulee a sus contrincantes en la presentación de las firmas, el socio azulgrana debería revisionar el modelo propio y el deambular ajeno.

Las consecuencias de abandonar el círculo virtuoso para volver a abrazar el rejuvenecido pasado pueden ser dantescas. Y más si el pasado viene encabezado por una mezcla de Dimitri Piterman (ese intervencionismo, esos hombres de paja a su alrededor, esa iluminación divina) y Joan Gaspart (cambien cool por cutre, gomina por naftalina y Sao Paolo por Sant Andreu y ahí lo tienen). O sea, por un Florentino Pérez.

El que un buen día trituró la bendita fruta Del Bosque y al que la desesperación tras incontables huidas hacia adelante le ha llevado a acabar vendiendo su alma al diablo. Las imprudencias, aunque las cometan advenedizos seres superiores con legión de aduladores, se pagan. Vaya si se pagan!