Se celebraba la vuelta al Camp Nou. En breve “Nou Camp Nou”. O si Laporta quisiera “Messi Camp Nou”. Spoiler: No quiere. En cualquier caso, qué mejor que invitar, para asegurar la fiesta de retorno, al equipo que menos problemas plantea en este estadio en las últimas dos décadas: el Bilbao. Porque en esos 20 años los castellanos renegados no han sido capaces de arrancar ni un mísero empate. Algo que han logrado en todo ese tiempo, equipos como el Racing de Santander, el Sporting, el Zaragoza, el Valladolid, el Léganes, el Hércules, el Eibar, el Almería, el Granada… Y hoy, con Don Honesto Vaypierde a los mandos, no iba a cambiar la historia.
Porque el Barça, además, va recuperando efectivos. Empezando por la portería. Hoy las bajas se acumulaban en el medio centro pero es donde más fondo de armario tiene el equipo. Eric, el chico para todo, cumplió a la perfección en ese rol. Y en ataque, se volvía a remarcar la importancia de tener un “9”, un “tío que mete goles”, un “killer”. Llámenlo X. O llámenlo Roberto. El gol llama a su puerta. Primer remate del polaco entre los tres palos y primer gol. Ni cinco minutos necesitó. Las manos de mantequilla de Unai Simón, sin duda, ayudaron.
Con la lata abierta, el partido fue aún más sencillo de lo previsto. El Bilbao, que intentaba copiar el estilo Flick adelantando su defensa al extremo, no acababa de encontrarse cómodo en ningún momento. Y las ocasiones de Fermín, Olmo y un gol anulado a Fallón eran avisos previos de que el partido estaba próximo a cerrarse. Una ocasión del no-añorado Nico Williams poco antes del descanso fue todo el bagaje ofensivo del que pudo ser y no fue –ni será. De haber lucido en algún momento la elástica blaugrana, seguramente habría marcado por la inexorable ley del ex.
Y del posible 1-1 al 2-0. Porque a renglón seguido, Lamine buscó una diagonal larga con el exterior para habilitar a Fallón en un mano a mano. Y falló Fallón pero falló aún más Unai Simón. Y camino de los vestuarios con la sensación de ir ganando sin mucho esfuerzo. Y si los vizcaínos albergaban alguna esperanza de volver a entrar en el partido en la segunda parte, esa esperanza duró 3 minutos. Los que tardó Eric Garcia en encontrar un hueco para que Fermín, el Lampard de El Campillo, fusilase el tercero.
No le sentó bien el tercero al Bilbao. Y menos aún a Sancet. Que en día tan señalado, tuvo una genial idea, digna del Mandela Monguer: hacer un homenaje a alguien que marcó la historia del Barça como Goicoechea. Su patada a Fermín, apenas un 10% de la canallada que le hizo Andoni al Diego en su día, le costó la roja. Debió pensar Oihan que, como el carnicero de Alonsotegi se fue de rositas aquel día, él correría la misma suerte. Los tiempos han cambiado, chaval. Su expulsión terminó de cerrar un partido ya finiquitado de por sí.
Con el Chelsea en el horizonte, el Barça se dejó llevar. Y se dejó gustar. Especialmente Lamine. El Chaval, lejos de ciprianear buscando goles para inflar estadísticas, se dedicó a regalar lujos para la vista. En uno de ellos, tras zafarse de dos rivales en el centro del campo, encontró con una milimétrica asistencia a Fallón. Esta vez el Tiburao no perdonó y fusiló el cuarto. Carruseles de cambios y minutos para todos, incluso para el público que celebró con júbilo la vuelta a casa.