Decía Borderlas días antes del partido que Johan Cruyff era un modelo para él. No especificó si era un modelo como persona, como contertulio o como jugador de golf. Porque si lo decía respecto a la propuesta futbolística, sería una “boutade” equivalente al cuñado de turno diciendo que se inspira en Miguel Ángel para colgar una estantería torcida de Ikea.
Pero todo cuadra en la mente del Mourinho de Hacendado. Especialmente si uno de tus titulares indiscutibles se autodenomina futbolísticamente “Davinchi” y juega como un auténtico picapedrero. El adalid del futbox dejó al equipo de fútbol en Madrid y saltó al estadio que lleva el nombre de su “referente” con la sección de MMA del Getafe: en apenas diez minutos sus guerreros ya sumaban seis faltas. Si “esto es fútbol, papá”, la WWE es ajedrez.
El Barça, por suerte, decidió no bajar al barro. Todo lo contrario. Le dio a su rival donde más le duele: en el fútbol. Y mientras Borderlás consultaba con su equipo técnico qué era ese extraño deporte que practicaban los de Flick, Olmo -top 10 mundial en su posición cuando está en plena forma y sin lesionarse- aportaba juego y ritmo a su equipo. Y tras abrirse paso entre algún que otro codazo, sufriendo empujones y evitando una patada, se inventaba un obsceno taconazo para dejar solo a Fallón que, al primer toque, hacía el primero.
La lata azulona había sido abierta mucho antes de lo previsto. Y para colmo, el Bergkamp del Vallès Occidental seguía encontrándose fácilmente con el bastón de mando de Pedri y un gran De Jong secundando las operaciones. Quitarle el balón al Barça era misión imposible. Los visitantes apenas tocaban otra cosa que no fueran las tibias locales, cuando un pase largo a Raphinha culminaba con una asistencia para que O Tiburao do Foios firmase su doblete. El quinto de un jugador azulgrana.
Los dos goles calmaron a las fieras azulonas. Y del MMA se pasó al teatro kabuki: mucho gesto, mucho grito, cero fútbol. Y a falta de esto último, el objetivo pasó a ser sacar a Raphinha –que había visto una absurda amarilla- del partido a base de marrullerías. Flick lo vió claro y metió a Trashford por el brasileño tras el descanso. El inglés, resucitado en Newcastle, seguía “on fire”. Si es algo más espabilado que Dembelerdo –el listón está muy bajo– se dará cuenta que está en el ecosistema perfecto para crecer. Y aprovechó su velocidad para regalarle una asistencia a Olmo para el tercero, que fue la puntilla. Fin del combate que Flick aprovechó para dar algo de descanso a sus piezas maestras. Porque Hansi siempre tiene razón.
Por su parte, Bordalás se quejó al final del partido. Porque hay quienes, como Fallón, insultan su no-juego. Apelaba el alicantino a los millones azulgrana, olvidando que ahí está el Rayo, jugando en Europa. O el recién ascendido Elche, con menos recursos y más categoría futbolística en cuatro jornadas en Primera que su Pestafe en diez temporadas. La diferencia no está en el dinero, está en la idea. Porque si futbolísticamente ya es triste ser Mourinho, ser un “wannabe” del portugués, es directamente deprimente. Lo suyo no es un estilo: es una caricatura que intenta vender como legado. Por eso, el día que desaparezca el Getafe —y pasará más pronto que tarde— el mundo del fútbol no llorará su pérdida: del antifútbol nadie tiene nostalgia.