Cuatro largos años hace ya desde que el Barça jugó su última Final de Champions League, mucho tiempo si tenemos en cuenta que no habían pasado más de tres entre finales desde la irrupción del gran Lionel Andrés Messi. Todos sabemos lo que ha pasado en estos cuatro años y, por ello, nos alegramos de vernos de nuevo en lo que antes considerábamos como normal. Por lo tanto, alegrémonos sin condicionantes, estamos donde queríamos estar, donde ni siquiera soñábamos cuando salimos vapuleados del Bernabéu, allá por el mes de octubre.
En aquella última final el equipo estaba basado en la tripleta Messi, Xavi e Iniesta y en un juego de equipo controlado hasta la obsesión por el gran Pep. En ésta, sin duda, todo nace en el trío de atacantes que constituyen probablemente el mejor ataque de Europa, con una figura clave: Luis Suárez que le ha dado al equipo ese plus de mordiente que tanto necesitaba. Son dos Barças similares pero muy distintos a la vez, donde Xavi, pieza fundamental del Campeón de Europa en Wembley, ahora no deja de ser un suplente de calidad.
Entrando en el partido de ayer en el Allianz Arena, he de decir en primer lugar que el Bayern se tomó el partido como el último que iba a disputar esta temporada, una temporada en la que ya han ganado la Liga y en la que están fuera de la Copa. Por su parte el Barça, se tomó Munich como una estación de paso en un trayecto en el que todo está por ganar. Y se notó.
El gol tempranero de Benatia ayudó a los jugadores del Barça a ponerse las pilas y mantuvieron la tensión necesaria hasta creer resuelta la eliminatoria, cosa que ocurrió tras los dos goles de Neymar, ambos iniciados por el maestro Messi, asistidos por el inconmensurable Suárez y rematados con precisión por el ágil Neymar.
Con el 1-2 el equipo se conformó y se dejó llevar pensando en toda la tralla que les quedaba. El Bayern comenzó a llegar con peligro y Ter Stegen apareció con un recital de paradas dignas del mejor portero de Europa que, casualmente, estaba en el equipo rival.
La decisión de guardar a Suárez en la segunda parte destensó completamente al equipo que fue al ritmo que marcó el Bayern durante toda la segunda parte. La ventaja de cinco goles al inicio del segundo tiempo no hacía prever problemas pero el orgulloso Bayern se tomó muy en serio poner cerco a la portería rival. Y llegaron los goles, el primero de Lewandoski que dejó sentado a un superado Mascherano y convirtió el gol del empate. Pocos minutos después, fue Muller el que aprovechó un balón que le llegó para sacar un fuerte disparo desde fuera del área para poner justicia en el marcador. El Bayern siguió achuchando, a pesar de que todavía faltaban tres goles para la remontada y el Barça no sabía que hacer más que pegar pelotazos bien lejos para alejar el peligro. No son buenas las sensaciones que dejó el equipo, pero la recompensa era tan alta que una vez pitó el árbitro, lo dimos todos por bueno.
Ahora faltan 24 días para la final de todas las finales, quizás demasiados. Si la huelga lo permite conviene centrarse en las otras competiciones y olvidarse de la matraca que nos van a dar desde Madrid porque a ellos solo les quedará eso. Tiempo habrá de hablar de Berlín, ahora queda todo por ganar.