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Crónica

Líder (momentáneo) a trompicones

Normalmente los partidos comienzan 0 a 0. Excepto si uno de los equipos sale dormido y regala un gol antes del primer minuto. Eso sucedió en el área azulgrana. Un mal despeje de Casado a la salida de un corner. Fragilidad defensiva. Despeje errático de Bernal. Gol. Un nuevo regalo. Impropio de un equipo grande. Con el agravante de que ya no es un regalo aislado.

Pero reaccionó bien el Barça de Flick. Las novedades en la alineación –merecida suplencia de Kounde, titularidad de Bernal y regreso de Rabinha– le dieron un mejor aire al equipo que, rápidamente, empezó a carburar. En una internada del brasileño por la izquierda, su pase de la muerte atrás no fue aprovechado por Olmo pero si por Lamine que remachó a las mallas el empate. El susto solo había durado 8 minutos.

Una vuelta de Rabinha que parecía insuflarle energía extra al equipo. Sin embargo, el novedoso –y canterano– centro del campo no acababa de funcionar. Casadó no es el de la temporada pasada y a Bernal le pesa la inactividad. El problema se extendía a la defensa, que continuaba en su línea habitual de la temporada. Cambian los nombres, siguen las dudas. Da igual que juegue Eric, Christensen, De Jong, Fermín, Pedri o Desailly con 24 años. Porque si rival acierta dos pases, llega con  facilidad pasmosa. Y el Alavés lo sabía. Tan bien que a punto estuvo de hacer el 1-2. La parada casillesca de Joan García aplacó los nervios. Hay portero. Falta el resto del equipo.

 

El fútbol aplicó su ilógica habitual. Del 1-2 al 2-1 a renglón seguido. Otra vez Rabinha haciendo daño por su banda izquierda. Otra vez un pase atrás para que, esta vez sí, Olmo castigase a Sivera con un zurdazo raso. Un gol que dio paso a los mejores minutos azulgrana, penaltito al limbo incluído, y con el tercero rondando la meta visitante. Especialmente cuando Lamine se gustó mucho. Tal vez demasiado. Su excelsa pisadita acabó con un disparo al palo cuando lo más difícil ya lo había hecho.

 

Un susto de Boyé antes del descanso indicaba que aún había partido. Las entradas de Koundé y Trashford dieron solidez al equipo pero no mejoraban la producción ofensiva. Apenas un remate de Lewandowski tras saque esquina y un disparo alto de Lamine. Por el contrario, el Alavés, maniatado, ya no se asomaba más allá de su medio del campo. Pero el Barça no cerraba el partido y dio pie a que, en el último cuarto de hora, los alaveses entendieran que tenían opciones de puntuar. Opciones que fueron muy reales cuando Cubarsí taponó un disparo de Boyé que se iba dentro.

 

Volcados los vascos, encontraron su tumba. Un balón suelto en el centro del campo fue recogido por Dani Olmo y en apenas dos toques se plantó solo ante el guardameta tras asistencia de Lamine. Un disparo cruzado que servía para firmar su doblete y cerrar, ahora sí, el partido. Tres puntos más pero con la sensación, cada vez más profunda, de que se puede disputar la liga pero que los grandes de Europa, no perdonan cuando huelen sangre. Y este equipo se desangra en cada partido.