Por momentos, parecía que el partido de Brujas no había terminado. Bajo la intensa lluvia de Vigo, continuó el partido a ida y vuelta que ya se vio en Bélgica. La pequeña y notable diferencia fue que ahora quien primero pegaba siempre era el Barça. Y solo diez minutos tardó en abrirse el marcador: Robert –el gol llama a su puerta– transformaba, con su irritante estilo, un penalty por rigurosa mano, de esas que ahora se pitan ahora. Excepto si vistes de blanco.
Y otra vez, como en Brujas, apenas un minuto tardó en llegar el empate. Justo cuando Trashford desperdiciaba un gol cantado. Otra vez la defensa adelantada en el medio del campo haciendo aguas. Otra vez un atacante rival plantándose solo en un mano a mano. Otra vez un tiro no demasiado complicado al que Scvzncmnhny no sabía o no podía responder. El Deja Vu azulgrana constante de esta temporada. Y otra vez a empezar de cero.
Porque el Celta, valiente, no se dejaba intimidar. Planteó un partido alterado, con mucho ritmo, con un despliegue físico que, a todas luces, parecía imposible de aguantar todo el partido. Las ocasiones azulgrana llegaban a trompicones. Hasta que un centro de Trashford encontraba a Robert nuevamente llamando a la puerta del gol. Su no muy buen remate se colaba por debajo de las piernas del portero local. Cosas que pasan cuando tienes el gol en las venas. El mismo remate a pies de Fallón, chocaría con el portero o el poste.
¿Sería capaz de mantener la ventaja el Barça? Sí, pero no. Porque empató el Celta antes del descanso cuando Borja Iglesias empalaba desde fuera del área un buen servicio de Jutglá. Era el segundo tiro a puerta de los celestes y el segundo gol. Pero igualmente la ventaja azulgrana se mantuvo: casi a renglón seguido, una buena jugada de Trashford encontró a Illaix que, en un acto fallido, asistió involuntariamente a Lamine para que el Chaval chutase con la derecha. Las manos de mantequilla de Radu hicieron el resto.
Pareció tomar nota Flick de los últimos partidos. Porque no salió el Barça a por el cuarto sino a poner pausa y control en el partido. Con un Dejong y un Dani Olmo que imponían su mayor calidad. Que no arriesgaban en el pase final pero tampoco dejaban resquicio a los contraataques de un Celta desfondado. Tanto, que los locales ni siquiera tiraron a puerta en toda la segunda parte.
Cierto es que tampoco lo hizo mucho más el Barça. No le hizo falta. Porque a Robert se le caen los goles, y le bastó al polaco un remate de cabeza en un saque de esquina para sentenciar el partido. Firmaba así un hat-trick en su vuelta a la titularidad. Y confirmar que está listo para irse con su selección. Que eso es lo importante. Pudo incluso haber manita, tras otra “asistencia” involuntaria de MAlonso. Pero el disparo de Lamine se fue a la madera. Habría sido demasiado castigo para un Celta que ni siquiera tuvo fuerzas para un arreón final. Un partido para volver a la senda del buen fútbol y las victorias convincentes.