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Crónica

Victoria sin historia

Ganó otra vez el Barça. Falta le hacía. Y hasta ahí las buenas noticias en clave culé. Tres puntos más a la saca, sí, pero la sensación —una vez más— de que el equipo sigue estando muy alejado del de la temporada pasada.

Y eso que el partido arrancó bien. La presión alta parecía funcionar de nuevo. Tanto que un gran robo, buena transición y mejor asistencia de Balde permitieron que el balón llegase a Lamine. El Chaval marcó los tiempos en el área, recortó y clavó el primero. “Sin Nicki se juega mejor”, pareció decirle por lo bajo algún compañero en la celebración. Celebración besando el escudo e indicando “que se quiere quedar”, recordando a los aspavientos y shows vacíos de Mandela Monguer. Si tus gestos extra futbolísticos retrotraen a la mente a Neymierda y a Ficticius, definitivamente tienes un problema. Muy gordo.

Casi a renglón seguido llegó el segundo gol. Éste con la firma de Yerran. A puerta vacía tras buena asistencia de Fermín. La actitud del Tiburao do Foios se parece en gran medida a la de Raphinha. Poco que reprocharle en ese apartadi. Su problema es de aptitud. Porque donde no hay mata, no hay patata. El caso es que su gol, al cuarto de hora, daba la sensación de partido absolutamente controlado. Parecía que, por fin, los de Flick tendrían una tarde plácida.

Pero ese deseo duró lo que dura un sorbo de café. Porque si algo domina este Barça es el arte de complicarse la vida. El Elche, que vino al Olímpico con valentía y sin complejos. Salió a jugar y no a perder tiempo ni dar patadas. Porque, por suerte para este deporte, no todo van a ser Pestafes de la vida. Y así, jugando al fútbol, encontró espacios y ocasiones. En gran medida, cortesía de unos azulgrana que bajaron el ritmo conforme pasaban los minutos. Y que volvieron a su clásico número de circo: regalar metros, desconcentrarse y mirar cómo el rival hace turismo por su área.

Porque el Barça, en defensa,  parece no enterarse de nada. Koundé sigue en su propio universo paralelo. Un submundo en el que lleva instalado meses y del que no parece tener billete de vuelta. Es el titular con menos concentración del equipo. Y eso en este Barça es decir mucho. No le va a la zaga Araujo que observó en primera fila como Rafa Mir arrancaba en campo propio, conducía sin oposición, le encaraba y colocaba un disparo al palo largo donde no llegó Scbzbjhbny. Al terminar esta crónica, Roland aún medita si tenía que defender en esa jugada.

Un gol que metía al Elche en el partido. Y la sensación al descanso era que el partido ya no iba a ser plácido. Y no lo fue. El disparo al palo de Rafa Mir a los pocos minutos de la reanudación hacía temer lo peor. La posesión visitante crecía en la misma medida que disminuía el fútbol local. Solo una individualidad sacó del atolladero a los de Flick. Fue Trashford quien bajó la pelota en el área y soltó un zurriagazo ante el que poco pudo hacer Iñaki Damenos Pena. En el Elche.

Un nuevo palo de Rafa Mir indicaba que el partido no estaba sentenciado. Flick introducía cambios. Los aún renqueantes Olmo y Viejowski hacían acto de presencia pero aún muy lejos de su mejor versión. Los culés amasaban el balón. Alargaban las posesiones. Intentaban que el tiempo pasara. Sobre todo porque las ideas en ataque escaseaban ya que Lamineymar, volvió a hacer ghosting a su equipo. Desapareció por completo en la segunda parte.

Y entre bostezos y reproches, el partido fue muriendo hasta el 3-1 final. Con un tercio de la temporada ya cumplida y con tanto jugador joven, lo normal y esperable era una evolución. Que no llega. Las bajas siguen condicionando y habrá que esperar a tener todos los efectivos para tener un panorama más real. Mientras tanto se vegeta en un estado intermedio entre lo que se quiere ser y lo que realmente se es: acumular victorias que no convencen y errores que no se corrigen.