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Crónica

Roland al rescate

Un partido difícil de calificar. Con varios partidos dentro del partido. El primero, el que fue desde el pitido inicial hasta el primer gol. Minutos donde el Barça parecía encontrar la mejor versión posible de sí mismo, pese a las numerosas bajas. Con Lamine y Pedri llevando la batuta en ataque. Y con ambos genios al mando de las operaciones, todo parecía salir bien. Especialmente cuando el canario se paseó por el área como pedri por su casa y dio un pase a la red gerundense. Uno a cero, buen juego, todo encarrilado. O no.
Porque empezó otro partido, aún dentro de la primera parte. Y fue completamente del Girona que, lejos de amilanarse, dio un pase al frente. Ese paso que varios equipos están comenzando a dar este año visto que el sistema defensivo azulgrana hace aguas por todas partes. Primero, a balón parado, con una pseudochilena de Witsel –ver para creer- que terminaba en el fondo de la portería local. Y después, ridiculizando una y otra vez, la defensa adelantada de los de Flick.
Todo a la vez en todas partes. Como si fuese un remake de la oscarizada película, los culés buscaban explicaciones a la pésima defensa. Que si la baja de Iñigo Martinez, que si el bajo nivel de Cubarsi, que si la falta de contundencia de Eric, que si la ausencia de presión en el medio del campo… El caso es que hasta en tres ocasiones se plantaron los visitantes en un mano a mano ante Scnbshdkmny. Primero el polaco, después el palo y, finalmente, la mala puntería de Bryan Gil evitaban una sangría. Pero el arriesgado sistema que el año pasado daba frutos, este año solo da sustos. Muchos. El empate al descanso parecía incluso bueno.

Había que hacer cambios. Y el primero fue la entrada del aún renqueante Fermín por el enésimo canterano debutante, Toni, un estreno sin pena ni gloria. La entrada del onubense insufló energía a su equipo y sus constantes intentos, a través de disparos lejanos, al menos servían para mantener al Girona en su área. La falta de puntería y Gazzaniga salvaban a los visitantes. Pero la clarividencia en ataque seguía sin llegar.

Se empezaban a acumular las malas noticias en clave azulgrana. El Girona se encontraba cómodo, un chaparrón caía sobre la ciudad condal y el inefable Gil Manzano se hacía el sueco en cada jugada polémica que oliera a peligro local. Primero, anulando un gol por un leve empujón de Eric dentro del área, y poco después, omitiendo un golpe en la cara de Trashford dentro del área que, incluso sin VAR, parecía punible. Sigan, sigan.

Y mientras tanto, Hansi miraba a su banquillo con desesperación. La epidemia de lesiones le dejaba sin apenas opciones de ataque, más allá de dar entrada a jugadores que refrescasen al equipo. Las salidas de Lamine y de Pedri – falto de minutos uno y con exceso el otro- parecía una boutade del alemán. Pero una buena asistencia de Noeswayne Rooney parecía confirmar que los cambios, pese a su extraña composición, mejoraban al equipo.
La apuesta final fue la solución “Alexanco”. Aquella que popularizó Cruyff, pese a que solo le funcionó una vez en sus 7 temporadas como técnico azulgrana. Dio entrada de Araujo acaso buscando un balón de cabeza centrado a la olla. Lo que parecía un recurso desesperado para algunos, para Clemente debió ser motivo de llanto emocionado al ver hasta cinco centrales en el equipo azulgrana.

Pero lo que a Johann tardó en funcionarle, al alemán le dio resultado a la primera. El central uruguayo se puso el traje de delantero centro, se adelantó a su par y remató cual killer del área un buen servicio de Fraude Jong para marcar el gol de la victoria. Las peinetas finales de Flick no fueron un insulto hacia nadie: fue gesto que, en alemán, significa “yo tengo razón”. Porque ya sabemos que Flick siempre la tiene.