Venía el Barça jugando con fuego desde el principio de temporada. Ya eran varios inicios de partido, incluso primeras partes completas, dejando mucho que desear en cuanto a juego y a actitud. Muy alejadas de lo que se vió la temporada pasada. Las habituales remontadas flickeanas habían malcostumbrado a la parroquia cule. Pero no todos los días sale cara. Especialmente si en todos los momentos clave del partido te sale cruz.
Se puede achacar mucho a las bajas del equipo. Sin duda. Pero enfrente no estaba el Bayern Munich sino un Sevilla de Hacendado. De retales. Con jugadores crepusculares como Azpilicueta y Malexis Sanchez. 72 años entre ambos. La intensidad de ambos, sumada a la de sus compañeros apabulló al Barça en una primera parte para el olvido donde el Sevilla fue infinitamente superior.
Y es que al truco de la defensa adelantada se le ve cada vez más el cartón. El IQ futbolístico de Orujo hace el resto. El defensa uruguayo, pese a su corpulencia, se vio incapaz de cuerpear a un jugador al que sacaba una cabeza. Acabó por derribarlo con la pierna, en una jugada digna de alevín. El VAR premió su torpeza con un penalty que Malexis, no podía ser otro, transformó cumpliendo a rajatabla la ley del ex. Viven Quini o Julio Salinas.
El gol no cambió el panorama. Porque seguía el Sevilla buscándole las cosquillas a la defensa azulgrana. Y encontrándolas. Un par de buenas intervenciones de Schjkcbny evitaban el segundo de los locales. Pero era cuestión de tiempo. Una pérdida de Koundé, con faltita previa, en el centro del campo propició una nueva contra sevillista para que Vargas sirviese en bandeja el gol a Isaac Romero. Un dos a cero no sólo justo sino hasta corto para los méritos de ambos equipos. La habitual remontada de los de Hansi empezaba a tomar tintes de complejidad en la calurosa tarde sevillana.
Porque el ataque azulgrana era inexistente. Ausente Lewandowski y Fallón confirmando su incapacidad para ser un titular fiable, fue Trashford el que intentó tirar del carro. Falló primero un claro mano a mano pero lo compensó poco después rematando de primera con la zurda una gran asistencia de Pedri. Fue uno de los pocos huecos que encontró el canario en una primera parte que terminaba con el Barça vivo. Y aún con tiempo de arreglar el desastre.
Flick movió fichas. Sin mucho para elegir, cambió nombres en defensa. Dentro Eric y Balde por los superados Orujo y Martín. Y, por momentos, apareció una versión más reconocible del Barça con agresividad en la salida del balón del contrario. Encerró al Sevilla en su área y puso a prueba, por fin, a Lajodimos. El portero griego respondió al desafío. La entrada de Noeswayne Roony dio una pequeña marcha más al ataque. Pero las buenas intenciones del sueco chocaron con su falta de gol.
La entrada a Januzaj pudo cambiar el rumbo del partido. Porque el belga de origen albanokosovar tardó apenas un minuto en recordar al público por qué ha salido como ha salido de todos los equipos en los que ha estado. Su absurdo penalty sobre Balde parecía el disparador perfecto para una nueva remontada azulgrana. Con 15 minutos por delante, Robert tomó la responsabilidad. Acaso el momento justo para arreglar su pésimo partido. Y no lo hizo. Con su estilo tan irrenunciable como desesperante, el polaco lanzó el balón fuera. Que no era el día para remontar se confirmó cuando Noeswayne Roony falló clamorosamente con toda la portería para él.
Pudo redimirse el sueco casi al final del partido. Lajodimos lo evitó. Y a renglón seguido llegó la sentencia. Con el Barça volcado, un contraataque de Carmona, ahondó en el coladero defensivo. El lateral, desfondado, culminó su carrera con un disparo flojo y ajustado que destapó todas las carencias de Scjhdmny, sacopatateando en su inútil estirada. Y el cuarto, ya en el exagerado descuento y nuevamente a la contra, fue la puntilla a un partido donde todo lo que podía salir mal, salió mal. En el que todas las monedas cayeron del mismo lado. Es el problema de jugarse tantos partidos a cara o cruz.