24 años habían pasado desde la última vez que el Barça había jugado en el Tartiere. Jugadores como Eric, Cubarsí, Gerard Martín, Pedri o Casadó no habían nacido. Y el regreso a ese estadio estuvo lejos de ser plácido. El 1-3 final solo le puede valer a quien nada más que mira el resultado (es decir, un madridista). Porque la realidad es que el Barça estuvo más cerca de lo que parece dejarse puntos que lo que indican esos dos goles de diferencia.
Principalmente porque, ante un Oviedo peleón e hipermotivado, el centro del campo naufragó. Con un Pedri desconocido, Casadó naufragando y Olmo volviendo a mostrar esa irregularidad que le aleja de ser un titular indiscutible. La misma frase puede aplicarse a Fallón Torres: el de Foios demostró el año pasado ser un suplente de garantías, pero a la que se le dan dos partidos seguidos como titular, vuelve a sembrar las dudas. Y tres cuartos de lo mismo para un Raphinha que amaga con repetir a veces su penúltima temporada. Solo Trashford parecía salvarse de la quema con sus desbordes y los mejores disparos con peligro. Los de Flick no mostraban un buen juego, pero si algunos arreones que salvó siempre Escandell, casi a punto de ganarse la internacionalidad.
Y el hasta hoy infalible Joan García, también se contagiaba del tufillo a partido funcionarial. Una salida algo alocada para cortar un pase en profundidad local, fue bien resuelta en primera instancia pero en la continuación, en vez de lanzar el balón al Cantábrico, optó por buscar un pase a Casadó. En su lugar, encontró a Reina. Y el ovetense agradeció el regalo y de certero disparo desde 30 metros a puerta vacía adelantó a los suyos.
Tocaba remar contracorriente. Así que Flick movió piezas. Dentro Fraude Jong por el hoy inoperante Casadó. Con el holandés a los mandos, el equipo empezó a recuperar sensaciones. Tal vez si Hansi apostó por su titularidad el año pasado, pese a las grandes prestaciones de Marc, por algo sería. Porque Hansí siempre tiene razón. No tardó en llegar el empate, aunque pudo llegar antes el 2-0 cuando Joan García salvó el remate de El Hassan. Escandell, en la otra portería, le dio la réplica al repeler a un churridisparo de Fallón. Pero allí apareció Eric García, el chico que vale para todo, para recoger el rechace e igualar el partido.
Y en ese momento el Oviedo sufrió el “efecto Flick”. Más que un gol, parecía haber recibido dos. Porque desde ese tanto del empate, ninguno de los presentes en el Tartiere tenía dudas de que llegaría el segundo. Sensación que se aceleró al entrar en el campo Robert, llamando a la puerta del gol. El polaco volvió a mostrar a su compañero Fallón la diferencia entre tener gol y no tenerlo. Ni cinco minutos necesitó para cabecear de manera magistral a la escuadra un centro de Fraude Jong.
Ya sin el susto en el cuerpo, el Barça enfrió el partido. Los locales, ya sin fuelle, apenas aspiraban a alguna jugada a balón parado con la que crear peligro. Y la jugada llegó… pero en su propia portería. Nuevo centro de Trashford a la cabeza de Orujo para certificar el partido. Y algo que todo el mundo sabe: que el uruguayo es mejor atacando que defendiendo.