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Yoyalodije

Joan Garcia evita el naufragio

El peor partido de la era Flick sin dudas. Y sin excusas. Porque no había bajas. Ni por lesión ni por sanción. No había habido partido entre semana… Lo mejor, el resultado, porque al menos acabó en empate. Y gracias. Porque podía haber acabado no en derrota, sino en goleada vergonzante en contra. Que Joan García fuera el mejor del partido, con diferencia sobre el resto de sus compañeros, lo dice todo.

Y es que ya en la primera parte el juego azulgrana fue previsible. Sin intensidad, sin actitud, sin fútbol. Mientras, el Rayo, por su parte, dejaba claro por qué fue el equipo revelación y por qué, si le dejan, lo será otra vez: bien plantado y con claras ocasiones que ponían en evidencia a los azulgrana. Y para los franjirrojos fue la ocasión más clara, aunque Joan García comenzó su recital con una parada estratosférica.

Por parte visitante, Raphinha sacó del armario su versión 2023. Esa que nadie había pedido de vuelta, con regates y definiciones de museo… del horror. Dos partidos más así y la temporada pasada puede empezar a ser un bonito espejismo. Olmo, por su parte, parecía más “peral”: no por madurar, sino por lo blando y la pena que daba verlo deambular sin chispa, como si el partido le quedara tan lejos como el área rival. Fallón, por su parte, confirmó que la titularidad le queda grande. Y Lamine lo intentaba… pero poco le salía al estar más pendiente del entorno.

Y así, sin merecerlo apenas, el Barça se adelantó. Fue gracias a la justicia poética del fútbol moderno: el Rayo, tan orgulloso de su estadio tercermundista se quedó sin comunicación en el VAR y vio como el penalti sobre Lamine que Busquets Ferrer señaló como clarísimo, quedó en el limbo. El árbitro no pudo ver la repetición, donde el defensa rayista le ganaba la posición al Chaval, no sin antes arrollarlo. La duda estaba ahí. Pero ni revisión, ni queja que valga. Y el propio Lamine adelantó desde los 11 metros a su equipo antes del descanso.

La segunda parte en Vallecas empezó con un Barça que, durante un rato, pareció mejorar. Algún destello en ataque hacía pensar que se cerraría el partido con un segundo gol. Nada más lejos de la realidad. Fue el Rayo el que dio dos pasos adelante: en ataque estático, al contragolpe, a balón parado… lo hacía todo mejor. Atacaba con más sentido, con más hambre… Y si no se llevó el partido fue porque Joan García se empeñó en hacer que su fichaje ahora parezca más que barato: puede ser un regalo envuelto en guantes. Salvó hasta cuatro goles cantados que podían haber terminado en derrota sonrojante. Y nada pudo hacer cuando el recién incorporado Fran Pérez remataba solo para firmar un empate que retrataba a todo el equipo culé.

Y es que viendo la segunda parte en Vallecas, se podía incluso calificar la primera como “buena”. Los segundos 45 minutos fueron dignos de archivarse en la sección de “cosas que no deberíamos volver a ver”. Se dio pena en defensa, con una línea adelantada de Flick que parece estar caducando a marchas forzadas. Más aún si hay falta de presión arriba y en el centro del campo. Porque si no permites pensar, la línea funciona. Pero si nadie presiona, es el coladero municipal. Y en ataque, la temporada pasada la facilidad goleadora suplía los errores atrás. Pero si Raphina vuelve a ser Nadinhabsolutinha, Viejowski sigue cumpliendo años, y Trashford sigue dejando claro que es un cero a la (banda) izquierda todo queda a mercede de la inspiración de un Lamine. Y si el Chaval repite partidos como el de hoy, enzarzándose con los rivales y desconcentrándose, no es diferencial. Antes del parón de selecciones, partido para el olvido, pero para no olvidar…