Saltaba el co-lider a Montjuic a enfrentarse al Barça como quien salta al Estadio Pedro Escartín de Guadalajara. Es decir, a enfrentarse a un equipo al que no hay que tenerlo ningún respeto. A fin de cuentas, un equipo bien trabajado y con un nivel físico espectacular, no debe imponerle demasiado uno poco trabajado y que juega principalmente andando.
Y por ello, en la primera media hora, los visitantes aceptaron sin complejos un intercambio de golpes aprovechando los numerosos huecos que dejaba el Barça con su irregular presión. En el carrusel de oportunidades que se originó en ambas porterías marcaba primero Dovbyk y poco después empataba el Barça por medio de Dugarrowski. A balón parado. Casi como ver un unicornio azul bajando por la Diagonal.
Siguió el toma y daca entre ambos equipos durante varios minutos, para corroborar que la defensa azulgrana esta temporada tiembla ante cualquier rival medianamente serio y que con Nadinha Mais Absolutinha y Juan Infeliz no se puede aspirar a nada importante. Ni a jugar bien ni menos aún a levantar títulos. El brasileño tiene un guante en el pie: concretamente de boxeo, cuando de rematar a puerta se trata. Mientras, el portugués sigue dembeleando y dejó claro que ya cumplió con su cuota trimestral de partidos buenos –uno de cada diez– la semana pasada contra el Atleti.
Fue a partir de la media hora, cuando comenzó a hacerse evidente que, los 4 días de descanso que Xavi dio a los suyos, no funcionaron. El Girona, pese a jugar entre semana, se mostraba más rápido y fresco. Y también más efectivo: Miguel Gutiérrez, que ya había puesto a prueba a Iñaki Peña, no desaprovechó la alfombra roja que le dejaron entre los centrocampistas y la defensa azulgrana y clavó un zurdazo al ángulo.
1-2 al descanso con la sensación de que el resultado era justo: principalmente porque Michel le estaba dando un repaso táctico a Xavi. Basta con preguntarse por qué el madrileño hace buenos a Oriol Romeu y a Eric García mientras que el catalán hace malos a Gundogan y Pedri. No hace falta que dises nada más.
Michel tenía perfectamente estudiado el partido y en la segunda parte, lejos de echarse atrás, siguió minimizando al Barça. Con sus laterales subiendo a la menor ocasión y generando huecos, las entradas de Yerran, Balde y Lamine apenas aportaron algo de oxígeno a su equipo durante unos minutos. Concretamente los que tardaron en conectar los recién incorporados Stuani y Valery para ridiculizar nuevamente a la defensa azulgrana y casi sentenciar el partido.
Tiraron de orgullo los locales y Gundogan acortó distancias en el descuento para poder apelar –aún más– a la épica. Que pudo llegar en un buen centro de Lamine que no solo no propició el empate sino que confirmó la muerte deportiva para la élite de Dugarrowsky con un remate auténticamente amunikesco. El viejazo del polaco ha llegado para quedarse.
Cuando Stuani marcaba el cuarto, aprovechando el último contraataque gerundense, ratificaba que el cántaro de Xavi ya ha llegado a la fuente y que el Girona presentaba definitivamente su candidatura al título, cual Leicester de la vida. Su juego, sus 41 puntos de 48 posibles y su exhibición de hoy, dan para soñar. Todavía más.