No me bajé del barco del todo durante el gaspartismo, pero la desafección fue grande. Para nada el fútbol condicionaba mi vida en aquellos años. Le dedicaba muy poco tiempo físico y mental.
Llegó Rijkaard y (sobre todo) Pep, y el Barça se convirtió en el puto centro de mi vida, llegando a comprometer mi vida social y laboral a veces porque no te podías perder esa obra de arte que los cabrones perpetraban cada 3 días. Esto era así. Las derrotas dolían mucho porque siempre eran muy injustas. Las victorias daban alivio y paz porque sentías que era lo correcto.
Ahora mismo he tocado fondo en cuanto a desafección. Me tomo cada derrota con un punto de cinismo que casi me da placer. Muy tóxico. Si no fuera porque en el horizonte de 2 meses podemos tener a Lapo en la presidencia ya os digo que me borraba durante un tiempo largo. No pierdo la esperanza de volver a la senda, hay que tenerla.
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