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Crónica

Peter Pan

Bartomeu ganó las elecciones tras un Barça-Juve y se fue antes de un Juve-Barça. Esas historias circulares del futbol que solemos llamar “casualidades”. Como que el mismo Josep María ganase las elecciones mintiendo y presentase su dimisión mintiendo también. Casualidades. En la última década, Leo Messi ha sido decisivo en todos los títulos del club. En este también. Y como al fútbol le gusta mandar mensajes encriptados, en el primer partido sin el presidente que nunca creyó en el fútbol de toque, este volvió con fuerza.

Necesitaban los de Q-Man una victoria ante un rival “con nombre”. Las muestras de impotencia ante equipos Champions como Sevilla o Real Madrid pesaban en el subconsciente. Cierto es que antes de ir a Canaletas hay que tener en cuenta que a la Juventus le faltaban cuatro titulares, entre ellos casi toda su defensa titular, pero desde el principio el equipo salió a por el partido: en apenas dos minutos ya se contaban tres llegadas al área de Scen…, de Szcenm… de Sczns… del portero de la Juve. Hasta que un cambió de juego de Messi, que hubiera firmado su actual míster, fue recibido por Ruleta Rusa Dembelé: el zurdazo del francés se envenenó y acabó en el fondo de las mallas. Hoy, tocaba gol. La semana que viene, la misma jugada probablemente termine con el balón en la playa de Bogatell. Porque todo es posible con Ousmane.

La rápida reacción de la Juve fue cortada de raíz por el VAR en dos ocasiones. En ambas, Morata dejó claras dos cosas: que aún le falta un peldaño para ser un delantero TOP y que a Araujo le faltan dos o tres. El canterano uruguayo se retiró en el descanso con molestias. No quedó claro si en el tobillo o en la cadera. El comienzo de la segunda parte continuó como un deja-vu para el pobre Alvaro quien, a esta hora, se debe preguntar: ¿Qué te dan por marcar un hat-trick de goles anulados? ¿El balón pinchado por tus compañeros o el banderín firmado por ambos linieres?

El escudo protector de la tecnología hizo sentirse más poderoso al Barça: cada vez más posesión, más tiki-taka y carrusel de ocasiones. De Jong mejoraba como central. Pjanic caía en la cuenta de que ya no jugaba en la Juve. Y hasta Busquets demostraba que sí, que aún puede jugar… 45 minutos. Pero la verdadera fe en el futbol la devolvió Pedri. Ni tiene nombre ni apellidos (González Lopez) de crack. Pero tiene toda la pinta. En plena moda del fútbol físico, alguien no especialmente fuerte ni endiabladamente rápido, lee el juego como si fuera un jurado del Premio Planeta. Y toma decisiones. Y casi todas buenas. Sabe lo que intenta y no intenta lo que no sabe. Un futbolista inteligente. No es extraño que si con 16 años no le quedó grande la camiseta de un histórico como la UD Las Palmas, ahora con 17, juegue en el Juventus Stadium como si fuera el estadio de Los Laureles en su Tegueste natal. Tal vez porque, como Peter Pan, sigue siendo un niño en un mundo de adultos.

Pero no todo fueron buenas noticias para el Barça. Porque todo lo bueno que se pueda decir del chaval canario es inversamente proporcional a “lo” del Hombre Gris. Para no amargar al aficionado culé una buena noche tras la caída en el clásico, mejor no dedicarle más líneas a quien, ahora mismo, solo podría comer en la mesa de Bogarde. Sin embargo, lo peor de Antoine no son su ristra de ocasiones falladas sino que, en plena pandemia, parece haber contagiado su mal fario a Messi. El argentino, parece aún de duelo por la separación de su cuasi-pareja de hecho y sigue sin estar fino de cara a puerta. Prefiero creer que quiso homenajear al gran ausente de la noche: como buen cristiano, perdonó mucho. Para que el homenaje fuese doble, al final marcó desde el lugar favorito del portugués. Sentenció el partido y casi la clasificación. Para seguir creciendo y creyendo.