Categories
Crónica

El Barça no se renueva

El primer partido tras la renovación de Don Honesto sirvió para confirmar el por qué de una renovación que no ha motivado demasiado a la parroquia culé: si te renuevan es porque están contentos con lo que has hecho hasta ahora. Por ello, no fue raro que el juego del Barça no se alejara lo más mínimo de la línea mostrada desde que Valverde está en el banquillo. Que de aquí al 2021 Vidal siga siendo titular indiscutible, no debería sorprenderle a nadie.

Era, sobre el papel, el partido más fácil y plácido de todo febrero para los locales y podría servirles para recuperar buenas sensaciones tras dos empates consecutivos. Pero que tras media hora de juego no se supiera si el Valladolid jugaba con o sin portero hablaba por sí solo de la espesura del juego azulgrana. Y la situación podría haber sido peor si el Valladolid hubiera aprovechado un contraataque de cinco contra tres que los pucelanos no supieron resolver. Más de uno pensaba lo fácil que lo habría hecho su presidente si hubiera estado en el campo y no en el palco. Acto seguido, penaltito de esos que probablemente la interpretación arbitral no habría señalado de producirse en el otro área, y que sirvió para que Messi adelantase a su equipo con un ajustadísimo disparo al palo.

Mejoró ligeramente el juego del equipo en la segunda parte, entre otras razones porque era difícil hacerlo peor. Las ocasiones fueron cayendo y sirvieron para descubrir que, finalmente, el mejor jugador del partido iba a ser un canterano barcelonista: precisamente el único que no jugaba de azulgrana. Jordi Masip decidió amargarle la noche especialmente a Messi con una parada Terstegenesca y un penalti que D10S quiso copiarse a sí mismo lanzándolo igual que el primero: es tan inigualable su genialidad que ni siquiera él mismo se puede imitar.

Mal partido del astro argentino aunque excelente si se compara con el resto de sus compañeros de ataque quienes, ante la proximidad del carnaval, decidieron hacer una comparsa llamada “antiguos cracks azulgrana”. La encabezó Dembelé, aun no recuperado de la lesión, y que llevó el disfraz de Zenden, consistente en correr sin desborde, sin centros y sin gol. Le acompañaba Boateng, que escogió el de Dugarry: ambos se despertarán cada mañana y tendrán que pellizcarse para estar seguros de que pueden contarle a sus nietos que un día fueron los delanteros centro titulares de todo un Barça. Y cerró el trío Luis Suárez, que rizó aún más el rizo. Su disfraz de Amunike fue el más logrado: su nivel de torpeza, sus remates patapalísticos y sus controles indignos, provocaban más risa que indignación. Algunos dicen que Boateng no puede ser el sustituto de Luis Suárez… pero quizá sí de ESTE Luis Suárez.

Por suerte para los locales, los blanquivioletas nunca dieron verdadera sensación de peligro, más allá de la siempre escalofriante proximidad en el resultado. Justa victoria, en toda la extensión de significados de la frase, aunque el público se marchó con la sensación de que el equipo está en el peor momento de la temporada y el Olympique de Lyon cada vez se empieza a parecer más a aquel que capitaneaba Juninho Pernambucano. Sí, el mismo que eliminó a Vanderlei Luxemburgo en octavos de final de la Champions.