Todos sabéis mi admiración por Johan Cruyff y como me aficioné al mundo del futbol, cuando llegó él como jugador al Barça. Tampoco entraremos en detalles, no quiero hacerme pesado con historias del abuelo Cebolleta que os he explicado mil veces.
Cuando hace algunos días salieron comentarios sobre nuestras frustraciones de culés, sobre que partido nos había entristecido más en nuestra historia de aficionados azulgrana, enseguida me vino a la cabeza la eliminación en semifinales de Copa de Europa ante el Leeds United una aciaga noche de Sant Jordi del año 1975.
Sí, yo estuve ese día en el Camp Nou a la tierna edad de 16 años junto a unos amigos. No recuerdo ni como conseguimos las entradas ( me faltaban un par de años para hacerme socio), si nos dejaron carnets, si pasamos directamente por taquilla o nos invitó alguien. ¿Qué mas da? Lo que no se me olvidará nunca es esa sensación de dejar escapar la Historia entre los dedos, la sensación de que tardaríamos mucho en volver a tenir una oportunidad como esta, ni la promesa de mi tío de llevarme a París a la Final ( que seguramente no hubiese cumplido).
Pero, del mismo modo que hay sensaciones que no se olvidan, existen percepciones que nos hacen tergiversar nuestra memoria y elaborar un falso discurso. Durante más de 40 años he recordado de ese día a un Johan Cruyff poco metido en el partido, jugando en posición retrasada y sacando fueras de banda ( discurso muy repetido en la época cuando el Barça jugaba fuera de casa en partidos que casi nunca podíamos ver por televisión).
Viendo el diálogo Cruyff/Valdano en TV3 y recordando el orgullo de ser culés que nos había devuelto el genio holandés desde su etapa de entrenador, tuve la sensación de que no podia ser cierto lo que tenía en mi cerebro, que era yo quien le debía algo a él, que no podia repetir más ese discurso, por lo menos sin volver a analizarlo friamente. Y, que manera mejor que volver a visionar el partido y reiterar mis impresiones o rectificar de una puñetera vez.
Esta vez no he necesitado eliminar al Voest Linzde Austria, ni que Charlyle meta un Hat-Trick al Feyenoord ni apartar en cuartos al sueco Aatvidaberg para sentarme a remontar un 2-1 de la ida ante el Leeds United y poder enfilar hacia el Parque de los Príncipes de París para enfrentarnos en una Final contra el Bayern de Munich. Nadie dudaba de que ibamos a estar allí, quizá por ello no estuvimos.
Viendo la alineación inicial, con la perspectiva del tiempo (piensen que, por aquel entonces, había visto muy pocos partidos de futbol), me empieza a dar alguna pista de lo que pudo pasar aquella noche.
Salió el Barça con el siguiente once:
Sadurní
De la Cruz Migueli Gallego Marinho
Neeskens Asensi
Cruyff
Rexach Heredia Clarés
De entrada choca que Michels dejase en el banquillo al lateral derecho Rifé y pusiese a De la Cruz a banda cambiada dejando el lateral izquierdo vacío y con 3 centrales ( Marinho era lo que en la época llamábamos líbero). En el centro del campo solo podia crear Cruyff y, por lo tanto, debía retrasar su posición – también para no colapsar la superpoblada delantera-, ya que Neeskens ( que ocupaba la plaza de extranjero de Sotil) y Asensi eran más “obreros”. Otra sorpresa, por lo menos con la visión actual, fue la tripleta atacante. Rexach ocupaba suposición habitual en banda derecha, pero dejó a un tipo sobrado de técnica y desborde como el “Milonguita” Heredia estático en el área mientras que un tuercebotas como Clarés cuya única virtud – muy importante- era el gol, estuvoconfinado en la banda izquierda.
Desconozco como jugaba el equipo habitualmente durante esa temporada pero, una vez finalizada esa eliminatoria, la alineación y el planteamiento que hizo MrMármol, creo que fue un suicidio.
Como ya he dicho antes, todos fuímos al campo convencidos de que ya estábamos en París, que nos íbamos a merendar a los ingleses con el equipazo que teníamos. Tardó poco tiempo en aparecer la realidad.
En los primeros minutos de partido, el Barça salió dominador aunque algo tímido en ataque, un chut flojo de Neeskens y un centro de Rexach como únicobagaje. Pero, a los 6 minutos de partido, el portero inglés lanzó un globo desde el àrea hasta cerca de su ataque para que, mientras De la Cruz y Marinho muy descolocados no acertaban a despejar el balón, el cual fue peinado de cabeza por un delantero hacia Lorimer que entró solo por la derecha – si, la banda en la que no teníamos lateral- para batir a Sadurní.
Esto nos llevó a muchos minutos de desconcierto en los que no supimos como atacar. Cruyff, muy marcado, no acertaba a crear ocasiones ni a pasar el balón con ventaja hacia nuestros delanteros. El único peligro venía por la dupla De la Cruz/Rexach que intentaban centrar con peligro sin conseguirlo. En ningún momento se vió ninguna triangulación ni jugada combinada hacia el área, solo centros y chuts lejanos que acababan en las manos de su guardameta o rebotando en la poblada defensa.
En el minuto 69 ( Michels cambió en el descanso a Asensi por Rifé – un centrocampista por otro lateral-) vino el empate. Gallego sacó una falta desde la línia de medios para que Clarés – ahora sí en suposición correcta- cabecease a las mallas.
Parecía que conseguiríamos forzar la prórroga, pero ni nuestros esfuerzos ni la expulsión de un jugador visitante sirvieron para darle la vuelta a la eliminatoria.
A lo único que le he dado la vuelta, 42 años tarde – ha sido a mi percepción de esa noche. Johan lo intento hasta el final, quizá con más voluntad que acierto pero dió la cara, luchó, se enfadó, intento dirigir a sus compañeros desde antes del saque inicial, pero no hubo manera.Estuvo en el área atacante en los últimos minutos pero no sirvió de nada. Un mal planteamiento inicial nos impidió luchar por conseguir la primera Copa de Europa. Quiso la Historia que fuese 17 años más tarde en una noche en la que Johan si pudo y supo dirigirnos hacia el triunfo.