BARÇA 5 – REAL SOCIEDAD 0
El Barça firmó su enésimo recital de la temporada que sirvió para liquidar a la Real Sociedad de un plumazo, implacablemente, pero eso sí, con smoking, educación y una sonrisa en la cara para evitar que el daño al rival fuera lo menos traumático posible. El ensañamiento y la sangre en los ojos se deja para cuando la emotividad excita al gen culé, esto es el Madrid y – esperemos – sucursales. A la Real Sociedad sólo le quedó resignarse a una batalla perdida, ponerse cómoda sobre el campo, y contemplar el espectáculo en visión privilegiada; aprender, también, y aplaudir, aplaudir mucho. La victoria del Barça fue apabullante, incontestable y más cómoda de lo esperable. Se presentaba la Real Sociedad al Camp Nou como un equipo aguerrido, disciplinado tácticamente y no exento de cierto gusto y criterio futbolístico, fiel a su ideario, abanderado a su cantera, y con el propósito bien definido y admirable de no renunciar a sus principios y jugar de tu a tu al Barça. Y así se plantó orgullosa y convencida la Real al inicio del partido, bien dispuesta sobre el terreno de juego, dificultando la fluidez del juego blaugrana. Fue un espejismo que duró 9 minutos, justo el tiempo en que Villa, tras una gran jugada colectiva que los vascos no supieron ver venir y atajar, tardó en abrir el marcador. A partir de aquí, la Real pareció resignarse a su suerte, le intimidó su respeto al Barça y jugó como pidiendo perdón a los blaugrana por la molestia de haberlos retado de buen inicio. Ya no hubo partido reñido y competido y el Barça aprovechó las circunstancias para desplegar sin compasión su torrencial juego de toque y triangulaciones, de posesión y circulación bestial del balón, su esplendoroso fútbol de virtuosismo en estado puro no reñido con la eficacia del gol. Otra exhibición blaugrana, en definitiva, cómoda, natural, sin necesidad de emplearse demasiado pero de calidad futbolística tan superior, tan primorosa en la autoexigencia de alcanzar el mejor fútbol al cual aspira, que el respeto hacia el rival y su honor , a pesar de la goleada, quedó intacto y los méritos de los chicos de Pep salvaguardados de cualquier prejuicio desmerecedor. El de ayer fue un gran Barça coral, una afinada y bien conjuntada orquestra sinfónica, con sus músicos en estado de gracia y un solista, el de siempre, de nuevo, en plan estelar. Messi, claro. La grandeza del argentino estuvo presente en la goleada de ayer pero sería injusto destacarla por encima de la preciosidad y superioridad del colectivo. Quizás sea ésta una de las grandezas de este Barça 3.0 de Guardiola, su equipo más armónico y conjuntado y el que el mejor fútbol realiza en comparación con sus versiones anteriores: el colectivo está por encima de cualquier jugador, las dependencias ya no existen y cada futbolista contribuye con sus virtudes a la solidaridad y excelencia global. Unos más que otros, sin duda, que por eso muchos de ellos son los mejores, pero nunca por encima de las potencialidades y posibilidades del equipo. Messi ejerció de solista genial y se marcó dos goles memorables, ya imborrables en el imaginario culé. Su segundo gol, el cuarto del equipo, en un mágico solo individual a la altura de los elegidos, en un slalom dentro del área en busca del espacio y el momento oportuno para, sutilmente, alojar su amadísima pelota a la red; su primer gol, el tercero del equipo, antológico, producto de un rondo colectivo de un minuto largo de duración que empezó tras la reanudación del partido en la segunda mitad y que culminó, tras tres tuya-mía vertiginosas con Dani Alves (pero que bien pudieron ser con Xavi, Iniesta, Villa o Pedro) y con siete futbolistas de la Real persiguiendo sombras, dentro del área perforando la meta rival. Si el Liverpool presume de tradición y grandeza ambiental con su “This is Anfield”, los blaugrana ya deberían acuñar para la posteridad un “Això és el Barça”, patentando para la historia identitaria este gol de ensueño que refleja todas las virtudes colectivas e individuales de este equipo en pos de un amor reverencial al fútbol no reñido con la contundencia y excelencia del gol y las vitrinas repletas de títulos. Completaron la goleada un Iniesta recuperado para la causa virtuosa que justifica, como el que no quiere, adorando la pelota e hipnotizando a quien lo contempla, su dorada distinción y un Bojan hambriento de gol. Pero por encima de los puntuales goleadores, un equipo superior, mayestático en su permanencia. “Això és el Barça”, clásico, imperecedero y a su vez prometedor, porqué lo mejor de esta historia, y por muy increíble que parezca, aún puede estar por llegar. Que no pare la fiesta, que no pare la música, que no pare nunca este Barça estelar.