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A cada cerdo le llega su Chamartín

Desde la diabólica atalaya que supone el rutinario editorial de uno de los cuatro medios propagandístico-deportivos más potentes del país, Alfredo Relaño y los subalternos de su ganadería ha ido hinchando el cerdo del Villarato hasta que éste acabó siendo descuartizado el pasado 10 de abril en Chamartín a manos de los certeros y silenciosos matarifes de Barcelona.

Digamos bien alto que no fue esta la Liga del continuismo de los diminutos abusones, como tampoco la del ilusionante desembarco de CR96, del oneroso regreso de FP260, del auge y caída (en desgracia) de Higuaín o de la irrupción de ese Pedrito llamado Pedro. Ni tan siquiera ha sido la Liga de Messi, que ha cogido la historia de los grandes cracks culés (Cruyff, Schuster, Romario, Ronaldito…) el año después de los éxitos y la ha cambiado por 34 goles, 13 asistencias y una encomiable dosis de implicación y liderazgo. Aguante Lio, por la concha de su madre!

No, fue la Liga del villarato, de la voluntad de muchos de ensuciar el deporte bajo la sospecha de trampa.Lo denunciaba anoche Guardiola y lo padecieron los jugadores durante gran parte (demasiada) del campeonato. El Barça ha ganado esta Liga al poderío del Real Madrid, plasmado a base de pegada (102 goles) por los campos de España, a golpe de talonario (260 millones) en el veraniego campeonato de la ilusión, y tirando de decibelios en los altavoces de la propaganda.

Apuntábamos el otro día que esta Liga ha desmentido al tópico que otorga a la regularidad el mérito del campeonato y a la falta de ella la culpa del naufragio. Eso ya no es así, como mínimo desde que los competidores de los grandes han aceptado con sumisión su papel de comparsas. Si fuese por regularidad Canaletes lloraría y la Cibeles se troncharía. No en vano el maravilloso Barça de Guardiola que ha sumado 93 puntos ante los equipos terrícolas (o no galácticos, como gusten) de la Liga no habría pasado de subcampeón ante la aplastante regularidad de su más enconado rival, capaz de sumar 96 puntos ante idénticos rivales.

Esto es, si quitamos los duelos directos los blancos se llevan la Liga por tres puntos, cinco antes de que los dos iniciales goles propiciados por Pedro cortaran de raíz la eclosión de los cardos blancos en La Rosaleda malacitana. Pero aún hay más, porque si el Madrid hubiese ganado los clásicos su ventaja frente al Barça alcanzaría los 11 puntos. Sí, amigos, el gol de Ibrahimovic con diez en el Camp Nou y la sodomización con el pie levantado del Bernabeu han decantado la Liga de dos en la que 18 miran, aplauden y se dejan remontar con aparente subordinación.

Lejos quedan esos partidos del lustro con que el culé se autoengañaba por otro añito en la inopia. Desde hace ya unos años el clásico es el más fiable termómetro para tomar la temperatura a la Liga. Difícilmente se le escapa el título al vencedor de los duelos directos. De ahí nace el irreparable interés de Florentino en Mourinho, uno de los dos entrenadores del panorama futbolístico capaz de tumbar a los culés en los dos últimos años.

El otro es Jiménez, pero llamándose Manolo tendría todos los números para acabar sus días de blanco con una portada como la que ha dispuesto esta mañana Eduardo Inda, un mal perdedor al mando del periódico más leído. El hombre que secundó con su canguelo, sus ayuditas y sus empujones a la Liga el ignominioso villarato de Relaño. A todos los cerdos les llega su sanmartín, sí. Pero no se apuren, mañana más. Por suerte para el Barça.