Primero fueron unos muletazos lejanos de Navarro, luego ese maravilloso juego de pies de Lorbek con las banderillas, más tarde el capote ambidiestro de Mickeal para acabar con la puntilla de Navarro en la última de las suertes taurinas en una plaza de Vistalegre entregada al toro blanco. Pero fue el ritmo y la intensidad de la faena la que dio réditos al ganador, y ese tempo fue marcado en todo momento por el más jovencito del ruedo, el Ricky Rubio que resucitó en jueves santo para unirse a la fiesta de Juanqui.
Asistió Madrid al resurgir de uno en martes y a la aparición del otro en jueves. Complicado inicio de la semana de pasión para las huestes de Florentino, que no sólo se ha visto apeado de Supercopa, Copa y Euroliga de baloncesto por el máximo enemigo sinó que tuvo que soportar el miércoles la bendita eszquizofrenia del Arsenal-Barça en la inalcanzable ronda de cuartos en Champions. Otra forma de ver los toros desde la barrera.
Ensalza esta eliminatoria el exquisito trabajo de Pascual en la prevención táctica, a la vez que le desquita con su notable puesta en escena en Vistalegre del borrón de los dos primeros partidos, en los que no sólo Navarro y Ricky estuvieron por debajo de su nivel. Ahí sí anduvo Messina a la altura de su leyenda, modificando favoritismos y sorprendiendo al equipo perfecto. Pero se quedó ahí.
Vistalegre asistió a la mejor versión del Barça, la habitual. Máxima concentración defensiva, intensidad en cada posesión, solvencia en el rebote ofensivo y continuos bloqueos para Navarro. A partir de ahí, la inspiración de Juan Carlos acabó de meter en el partido a sus compañeros. El faro volvía a iluminar y cada uno se podía dedicar a lo suyo.
Lorbek a enseñarle a Tomic un par de movimientos y a amargarle el rebote defensivo, Mickeal a rebañarlo todo, Basile al triple y al tajo, Morris a cortejar los intangibles y Fran a intimidarlos a todos con movimientos, brazos y alley-oops. Y Ricky a coger la manija, claro. El cambio de gaurdia con Prigioni parece ya un hecho incontestable.
Con el director de juego (Prigioni) superado, el revulsivo/anotador (Llull) agotado por la persecución de la estrella rival, el fenómeno del anterior lustro (Jaric) preso de su inconstancia, la nueva maravilla (Tomic) anulada por la libreta de uno y el esfuerzo de cuatro, y con un exjugador de excelente muñeca (Garbajosa) resoplando una vez más tras cinco minutos a buen nivel, a Messina no le quedó otra que tirar de los proscritos.
Visto que Vidal no llega ni a eso, y que esta serie ha degradado el papel de los lituanos Kaukkenas y Lavrinovic a su papel más bajo de popularidad, el marrón fue anoche para Velickovic y Bullock. Un triple, bastante esfuerzo y mucha frustración fue lo que dio y obtuvo el veterano, mientras el jovencito recuperaba su nivel de octubre y era de lo mejorcito de su equipo hasta llegar al territorio Llull, esos minutos en que el menorquín entra en combustión, lanza todo lo que le llega, mete casi todo lo que lanza y no necesita a nadie más para acabar lanzando también el partido.
Mientras en un lado de la pista el nuevo Tomás Jofresa rendía cuentas con su leyenda en el otro se seguía bailando al son que marcaba Ricky, el base que llegó a esta serie con los honores de nuevo mesías y que ha salido de ella más que reforzado tras haber tenido que ganarse el pan ante los últimos coletazos del rey saliente. El Prigioni blanco le ha hecho mejor. El negro se llama Holden, y va a ser el siguiente en dar la alternativa.