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Yoyalodije

Enfermos

¿Se imaginan ustedes al rotativo Bild alemán situando en su portada de la sección de deportes el penalty no pitado por la mano de Molinaro bajo palos en el partido Stuttgart-Barcelona, con fotos ampliadas y todo? Yo tampoco, la verdad, pero si trasladamos tan esperpéntica situación a territorio hispano nos daremos cuenta de que tamaño dislate es moneda común entre los autodenominados “periodistas” patrios, que ya ni se molestan en camuflar su careta de forofo radical cuando confeccionan sus crónicas “imparciales”. No me escandalizo por el asunto, al contrario, me divierte bastante esta circunstancia, dado que cada uno se está poniendo en el lugar que le corresponde y con el tiempo alguno (si conserva algo de vergüenza torera) deseará que se le trague la tierra por los artículos perpetrados durante esta época. Incluso no descarto, como hombre de fe que soy, que los más lúcidos entonen el mea culpa cuando los larguen de patitas en la calle o empiecen a cerrar periódicos víctima de la crisis de los medios. Después de todo, las cosas no pasan porque sí, y culpar sólo a la presencia de internet por la caída en picado de las ventas es echarle un morro que ni el John Cobra eurovisivo.

Cuando algún iluminado pretende convencerme de que la rivalidad Inter-Milan o Chelsea-ManU es comparable a la de un Barça-Madrid me carcajeo en su cara sin ningún tipo de complejo, y a las evidencias periodísticas me remito. Jamás he visto tanta bilis concentrada en la prensa internacional cuando se analiza el partido de un rival ni tanta ceguera al relatar los del propio equipo (¿alguien ha leído algo sobre los regalos a los blancos en el encuentro contra el Villareal?) como en el caso de los rotativos culés y merengues (perdón, en este último caso quería decir “imparciales”). Jamás he leído ninguna teoría conspirativa en la prensa italiana o inglesa que se prolongara durante años y fuera abrazada sin rubor por todo tipo de “profesionales” del medio, sin ni siquiera cuestionarse los puntos más elementales que a cualquier ser cabal se le plantean ante una sarta de mentiras de esta envergadura. Simplemente, en este país estamos todos enfermos.

Bendita enfermedad, sin embargo, que convierte una cosa de por sí aburridísima (La Liga, sin ir más lejos) en un manicomio desatado en el que los locos han tomado las riendas de la institución. Admitámoslo: si las crónicas fueran de verdad objetivas y asépticas y los puntos de vista moderados esto sería un tostón que no se tragaría ni Cristo. Si la gente se posicionara en un término medio simplemente se hablaría del bajón de juego del Barça por causa de la saturación física y psicológica de la muy exigente temporada pasada, y de cómo el Madrid es aún un conjunto en construcción que va tirando de individualidades a medida que los jugadores se acoplan. Si fuéramos gente racional entenderíamos que no se puede ganar todo este año, que no siempre jugaremos como los ángeles y que los equipos con media plantilla nueva y un entrenador recién incorporado difícilmente cuajarán un juego excelente en tres meses. Si fuéramos todos un poco cuerdos reconoceríamos que ni Madrid ni Barça tienen demasiadas posibilidades de hacerse con la Champions este año, por mucho que se juegue la final en el Bernabéu, y que probablemente quien quede segundo en la Liga (a estas alturas un título menor) tendrá que pasar una temporada en blanco.

Pero claro, si esto fuera así el fútbol no sería el fútbol, no existiría ni GolTV ni el Plus ni el pesado del Maldini ni el tan cacareado “informe Robinson” ni los partidos en lunes, ni las tertulias radiofónicas y televisivas a razón de cuatro por día, ni Radio Marca, ni Punto Pelota, ni sabríamos lo feo que es Relaño o lo tarado que anda Roncero. En definitiva, no habría salsa y lo único que nos quedaría es analizar si el 4-4-2 es un sistema en boga o si jugar con bandas es preferible al “cuadrado mágico” de aquel entrenador con nombre de paraíso fiscal. Un rollo padre.

Mi problema es que siempre he sido un tío moderado y con un punto de vista algo cínico sobre los aspectos de la sociedad en la que me ha tocado vivir. No me tomo en serio nada, me maravillo de que haya quien conceda tanta importancia a aspectos tan triviales de la vida, y en el fondo me siento un tanto extraterrestre en este mundo tan curioso. Volviendo al manicomio, soy como el loco que se sienta en una esquina de la sala de juegos y contempla babeante el espectáculo circense que cada día me brindan los enfermos del lugar. Los médicos dicen que soy medio autista, pero a veces tengo la sensación de que soy el único sano. Y me jode, de verdad, porque viendo lo bien que se lo pasan los locos peleándose me entran ganas de que se me contagie algo de su enfermedad.