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Yoyalodije

El resultadismo se cura viajando

Voy a intentar catalogar a los diferentes aficionados, en función del atractivo que le otorga el resultado de un partido respecto a otros áreas de interés que provee este deporte. Vamos allá:

Trofeístas:
Este rango es el único que existe por encima de los resultadistas, y de momento parece que está acotado únicamente a los seguidores madridistas. La base es simple: 15 champions. Puede que no hayas visto un partido en tu vida, no sepas si al marcar un gol, el marcador sube 1, 3 o 15, seas incapaz de decir el nombre del lateral izquierdo, pero tienes muy claro que el Real Madrid ha sido campeón de Europa en 15 ocasiones. Y se lo recuerdas a los demás siempre que tienes ocasión, no a modo de réplica, argumentación o tan siquiera un reflejo a la defensiva. Lo haces de forma abrupta, descontextualizada, como un grito de guerra o el lamento de un picador que no midió donde ponía el pie. Gritas “15 champions” imaginándote que eres el troll de Moria, Légolas acaba de atravesarte la garganta con una flecha, y deseas que esas sean tus últimas palabras. El fin no justifica nada. El fin lo es todo.

Resultadistas:
El más habitual y conocido. Tras años de ver fútbol te has percatado de una realidad tan sencilla como devastadora: suele ganar los títulos el que gana los partidos. Y todavía hay más: para ganar un partido, basta con hacer un gol más que el rival. ¡Ahora sí que entiendo el fútbol! Como resultadista, te encanta hablar de fútbol, aunque tampoco acabas de determinar exactamente eso de los goles de dónde sale. Pero no importa, porque para saber si un equipo es bueno, malo, juega como los ángeles o da puta pena, a ti te bastan el palmo cuadrado de la esquina superior izquierda de tu pantalla. Ahí está todo el fútbol que hace falta para bajar al bar y agarrar por la solapa a tu amigo de toda la vida, mientras derramas el pacharán y le explicas que el Barça de Flick hizo el ridículo contra el Sevilla: ¡4-1! ¡Cuatro veces mejor fue el Sevilla!

Ocasionistas:
Has dado un paso más en la iluminación futbolística. Ya no eres ese alma simple que veía el fútbol en la esquina del marcador. Tú has visto la luz de las ocasiones de gol. Has descubierto que, en realidad, el resultado es solo una consecuencia estadística del volumen de ataques, disparos y “sensaciones”. Si tu equipo genera muchas ocasiones, juega bien, aunque no marque. Si el rival te genera pocas, también juegas bien, aunque pierdas. Lo tuyo es la trascendencia sin gol.

El ocasionista ya ha aprendido a decir cosas como “el plan de partido era bueno” o “hemos merecido más”, frases que le llenan la boca de criterio y alivian el alma tras un 0-1 en casa contra el Rayo. Ha dado el salto al mundo de los expected goals, aunque los pronuncie “expequet goles” y no tenga ni idea de cómo se calculan. Lo importante no es la métrica, sino el aura.

Estos aficionados ya saben quién es el entrenador y más o menos a qué juega el equipo, o al menos lo repiten con convicción: “Flick propone una presión alta y un juego de posición dinámico”. Y aunque no sepan exactamente qué significa, sienten que pertenecen a un nivel superior de comprensión futbolística. Son los monjes de la ocasión fallida, los que no celebran un gol, sino una jugada bien trenzada que mereció serlo. El resultado ya no duele tanto. Lo que duele es que el portero rival hiciera “la parada de su vida”.

Ecosdelbalonistas:
El estadio final de la metamorfosis futbolera. El aficionado que ya no disfruta del fútbol, sino del análisis del análisis del análisis. Para ellos, el partido es solo materia prima: un bloque de mármol que debe ser esculpido con frames, mapas de calor y frases de Marcos López aka “Xavi la gran mentira” dichas con tono de predicador (“el tercer hombre, siempre el tercer hombre”). Ven el fútbol como un fenómeno táctico, sociológico y espiritual, pero curiosamente siempre acaban concluyendo que su teoría previa era correcta.

Son capaces de reanalizar un encuentro hasta que el propio resultado, los goles y las leyes de la física encajen en lo que ya habían dicho antes del pitido inicial. Si su equipo ha perdido, es porque “no se interpretaron bien los espacios intermedios”. Si ha ganado, es porque “por fin se entendieron los intervalos entre líneas”. En ambos casos, tenían razón. Siempre la tienen.

El ecosdelbalonista no ve fútbol: lo revisa. Reproduce las repeticiones como si buscara símbolos ocultos, convencido de que Mourinho está comunicándose con él a través de los movimientos de los laterales. Y cuando termina, exhausto pero satisfecho, apaga la tele sabiendo que no ha disfrutado ni un segundo… pero qué gusto da tener razón.