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Yoyalodije

Hasta los huevos

Hasta los huevos de escuchar titulares del palo “llueve en España” con una imagen de ese símbolo de la cultura del pelotazo que son las antiestéticas cuatro torres de la Castellana bajo negros nubarrones… asomarme por la ventana y ver que hace un día magnífico. Harto de oir que son ‘lo más mejor’ y, confesión número uno, encantadísimo de que les pasen por la cara que, por lo menos, Tokyo y Estambul no tienen nada que envidiarle, sino más bien al contrario.

Hasta los huevos de ser su playa y aguantar su desembarco aquí en cuanto se enlazan dos días festivos seguidos. Hasta los huevos de sus quejas, de las comparaciones en las que ellos siempre salen ganadores y de no comprender por qué, siendo así, no se quedan en su puta casa y se bañan en su infecto río. Y ya que estamos de confesiones: al señorito del Mazda descapotable azul, confieso que en aquel agosto de 1998 en La playa de Les Palmeretes, el que te escribió con una llave ‘madrilenyo’ en la puerta de tu flamante auto. Era lo mínimo que te merecías, después de que tras estar diez minutos de reloj explicándote cómo llegar a tu destino, lo único que obtuve de ti fue la puntualizacíon de que se pronuncia ‘ahí’ y no ‘ahi’ y ninguna clase de agradecimiento.

Hasta los huevos de su puta movida. Quizá el movimiento cultural más casposo jamás parido, y que aquí se nos vende como la quintaesencia del buenrollismo y la originalidad, mientras se ningunea/ninguneó a otros movimientos mucho más interesantes. Decir que ver a Almodóvar hacer el palomo en un escenario no era transgresor; transgresores eran Warhol, Bowie o hasta Takeshi Kitano. Lo del manchego de oro era pura vergüenza ajena. Que da hasta ganas de arrancarse la piel pensar que otros hacen musicales de Queen mientras aquí se hacen de Mecano… y/o que no: que por mucho que nos quieran vender, al revisionar la Bola de Cristal lo único que te produce ver a Alaska vestida de fantoche o esos muñecos grotescos son ganas de sacarte los ojos con una cucharilla de café y después vetértelos en las orejas para no seguir escuchando. Ah, y por favor, que Mike Rivers, antes Miguel Ríos y antes Mike Rivers otra vez, no será el padre del rock español mientras haya un solo disco de Bruno Lomas circulando por el mundo.

Y por supuesto, harto de ese equipo de camiseta blanca que no empaña, rancio, anacrónico, resquicio del franquismo más recalcitrante, y símbolo más significativo de todo lo anteriormente expuesto. Equipo que va imponiendo su ley (o más bien la falta de ella) por todos los campos patrios, ganándose enemigos sin importarle las consecuencias, bien sabedor de que la servil maquinaria mediática apagará todos los fuegos. Harto de tener que competir en desigualdad con esta escoria, harto de que se nos quiera poner al mismo nivel y harto de que se dude de nuestras victorias, mucho más meritorias si tenemos en cuenta el qué y el cómo en esta liga de mierda.

Qué bien sientan unos donuts en el desayuno, copón!