(Aviso del autor: en el anterior capítulo olvidé advertirles de que dejaran la ciencia para los profesionales. Por si alguno de ustedes cometió la temeridad de validar el experimento careciendo de formación, existe una versión en Braille de éste capítulo. De nada)
A mitad de temporada, Mario pasa al Barça B, donde de nuevo bate todos los registros y acaba como máximo goleador. Saludado como la gran joya de la cantera, el nombre de Balotelli asalta las portadas por sus méritos futbolísticos, pero tambien por sus descacharrantes entrevistas. La prensa descubre el filón ante respuestas del calibre de “¿Johan que? Ni papa, tu”, “Yo no soy el Messi negro. Más bien, Messi es el Balotelli blanco” o su mítica justificación para decidirse por la selección española: “Prefiero jugar con España porque aqui se integra a todas las razas. Mire al equipo de Copa Davis. A nadie le importa si Nadal es gitano, Verdasco sudamericano o Almagro marroquí”(?????). El club, alarmado por la escalada de desatinos, veta las entrevistas hasta que alcance la mayoría de edad.
Frank Rijkaard, a pesar de la firme oposicion de su segundo Ten Cate, le hace debutar con el primer equipo en un amistoso ante el Flamurtari y Mario responde a la confianza con un hat-trick: marca su primer gol, le expulsan por celebrarlo besando la coronilla del árbitro y pierde el avión de regreso. Ese mismo verano, disputa con España el Mundial Sub-17 y obtiene el Balón de Bronce. En la semifinal contra Ghana, marca de penalti el gol de la victoria pero una conmoción craneal le impide jugar la final. Eso si, pasa a la historia por ser el primer (y el último) jugador que lanza y anota un penalti con la cabeza.
Una vez superada la lesión craneal (que no la cerebral) y aupado a la ola mediática, Mario Balotelli aterriza en el primer equipo a su estilo. Literalmente. Acude a su primer entrenamiento pilotando una avioneta, cuyo errático ziz-zagueo culmina con aparatoso aterrizaje en el aparcamiento de jugadores. Por fortuna, el parte de daños se reduce al espejo retrovisor del coche de Iniesta, que cabecea contrariado. Su atolondrada disculpa ante la plantilla, mordisqueandose las uñas con expresión desvalida, provoca las primeras divisiones entre los que le abrazarían con ternura y los que le arponearían sin piedad.
Éste episodio le granjea fama internacional y resultará paradigmático, no sólo para comprender al personaje sino para explicar su percepción por el gran público. En otro individuo, habría significado su defenestración profesional y unas condiciones muy ventajosas para el ingreso en las más reputadas instituciones psiquiátricas. En cambio, Balotelli posee la rara cualidad de caer en gracia. Acháquenlo ustedes a lo que quieran pero sostengo con firmeza que se debe a su dentadura. Lo que en Odontología se conoce como “Mesmerización del Espacio Interdental Frontal”. Es decir, toda persona que presenta una separación ostensible entre ambas paletas resulta graciosa. Esto es impepinable.
Aún hoy en día, no existe unanimidad a la hora de valorar su influencia en el desmoronamiento de aquel Barça triunfal (recientes encuestas oscilan entre el 99,9 y el 100% de culpabilidad ). En sus inicios, Balotelli cumplió a la perfección con el papel de revulsivo. 15 minutos por aqui, algun partido de Copa como titular por allá, varios goles decisivos en partidos atascados, goleador más joven en la historia de la Champions…En otro caso (en cualquier otro caso) esta dinámica vendría a confirmar el amanecer de una brillante carrera. La culerada en pleno atisbaba a un Romario Reloaded, cuyo rendimiento disculpaba cualquier salida de tono. Excepto para quien supiese discernir que Mario, más que el remedio a una enfermedad, en realidad era el detonante de la misma.
La inoculación del virus Balotelli en el vestuario ocasiono sintomatologías dispares. Por ejemplo, Puyol fue apartado del equipo por tentativa de homicidio a raiz del incidente de las serpientes en las duchas. La blanquedad (?) de Iniesta alcanzó el grado de traslucidez cuando nuestro chistoso protagonista fingió un intento de secuestro. Y el gimnasio experimentó un inusitado overbooking de bocas resecas, ojos vidriosos y somnolencia extrema (lo que médicamente se conoce como “dormir la mona”), en lo que se consideró un indeseado efecto colateral de la iniciativa “Jornadas de convivencia para la integración de Mario”, celebradas en la mansión de Ronaldinho.
Como era de esperar, el Maligno no desaprovecha la ocasión y, jornada tras jornada, recorta los 20 puntos de ventaja justo antes de llegar al Camp Nou, en el partido que lo cambiará todo. Frank Rijkaard se halla sobrepasado por los acontecimientos (o bien pasaba sobremanera de ellos, como gusten). Cede ante la presión popular, que consideraba a Balotelli lo único salvable de un equipo instalado en el ombliguismo pasotil, y lo alinea como titular en el partido más importante de la temporada, ocupando el lugar de Messi. El facepalmismo (?) invade el vestuario cuando se conoce la noticia. Pero, por esos milagros que ocurren de cuando en cuando (vease McManaman marcando en una final de Champions, Nuñez fichando a Cruyff y similares), Balotelli se marca el partido de su vida y le encasqueta 4 goles 4 al Maligno. Bien es cierto que las desgracias nunca vienen solas, porque el resultado final es de empate a 4, el Maligno se coloca como lider por goal-average y SuperMario es aclamado como el salvador de un equipo que se vió claramente superado por su rival. Embriagado de gloria y a lomos de su imponente tigre albino, recorre la noche barcelonesa chocando manos con toda la culerada.
Ahora lo ve con claridad. Todo tiene sentido. Mario Balotelli atisba por fin su propósito y entiende que su periodo de aprendizaje ha concluido. Resuelto a dejar huella de su talento, abrazará el profesionalismo de lleno. Si, es cierto que ha dejado pinceladas de su valía, pero ya es hora de subir el listón. Aprender de los maestros. Estudiar sus habilidades, empaparse de ellas y, llegado el momento, superarles. Alli, frente al espejo, aprieta la mandíbula, sonríe con suficiencia y mientras se coloca la boa de plumas y las gafas de espejo, imagina su ascenso al Olimpo de la Excelencia: “¡George Best! ¡¡Paul Gascoigne!! ¡¡¡Charlie Sheen!!!…¡¡¡¡MARIO BALOTELLI!!!!
Fin del Capítulo II