Excelente gusto de boca el que dejó el derbi metropolitano de ayer, entre los culés. Partido redondo en casi todos los aspectos; tanto en el marcador, con una manita que incluso puede considerarse corta viendo los méritos de uno y otro equipo, como sobre todo (y más importante) en las sensaciones cara al crucial partido de Granada del próximo fin de semana. El equipo mostró un empaque muy superior al que estaba mostrando en las últimas semanas: concentración, determinación, líneas juntas y adelantadas, presión tras pérdida, seguridad defensiva, y una mayor contundencia cara a puerta. Buenas expectativas. Quizá por destacar algo negativo, haya que hacer mención al demencial arbitraje de Gil Manzano, permitiendo la violencia perica, aplicando un criterio ridículo y tendencioso con las tarjetas, y perjudicando claramente al Barça en acciones puntuales. Ojo con la designación y la actuación arbitral en los Cármenes, porque lo visto ayer da para sospechar; sobre todo si a ello le unimos lo sucedido en el Santiago Bernabéu con el otro aspirante al título.
Entrando ya en el encuentro, la tarde empezó como muchos esperábamos: transcurridos menos de dos minutos, una entrada criminal de Hernán Pérez a la rodilla de Mascherano dejaba bien a las claras las intenciones de los de Cornellá. Que Gil Manzano no mostrase ni amarilla por dicha acción, dejaba por su parte también bastante patente las intenciones del colegiado. Nada nuevo. Por fortuna, poco después Messi transformó un libre directo y dio cierta tranquilidad, más al público que a un Barça al que ya se le notaba muy metido en el partido. Con la ventaja en el marcador, los blaugrana siguieron a lo suyo, quizá con una ‘tranquilidad’ excesiva en ataque, pero maniatando absolutamente al Español en defensa; los blanquiazules apenas superaban el medio campo y sufrían para mantener la posesión más allá de unos segundos. El gol de la tranquilidad parecía cuestión de minutos pero no acababa de llegar, entre las imprecisiones de los delanteros culés y la mano del trencilla; primero, anulando un gol perfectamente legal de Rakitic, por fuera de juego inexistente tras una gran combinación entre Leo y Suárez, y después no señalando un catedralicio penalti sobre el propio Messi. Por fortuna, ni esto, ni cosas como que Hernán Pérez tuviese que hacer dos entradas de amarilla y una de roja para ver su primera cartulina, la facilidad con la que se la sacaron a Leo o el que Diop repartiera estopa a diestro y siniestro sin la menor objeción, consiguieron descentrar a un equipo muy mentalizado en su objetivo. Pese a ello, la ventaja era corta para los méritos cosechados y la inquietud por no tener el partido cerrado existía.
Afortunadamente, poco cambió en la segunda parte en cuanto a juego; el Barça seguía siendo claro dominador, el Español seguía sin hilar una sola jugada en ataque y la sensación de que el segundo estaba cerca acabó confirmándose rápidamente: una gran anticipación de Alves en tres cuartos acababa con el balón en los pies de Messi, quien cedía a Suárez para que remachara. Gran gol, no tanto por la jugada en sí sino porque su ejecución sintetiza todo lo bueno que tuvo el Barça ayer: presión, velocidad de ejecución y contundencia. Con el partido sentenciado (pese a lo corto aún del marcador, por juego se antojaba imposible que los españolistas remontasen), los culés parecieron liberarse y los blanquiazules bajaron definitivamente los brazos, con lo que los goles fueron cayendo casi por su propio peso: Suárez completaba su doblete con un remate de cabeza tras un córner y afianzaba su liderazgo en el Pichichi y la Bota de Oro. Poco después llegaba uno de los momentos más satisfactorios de la tarde, cuando el marrullero Pau López (ayer un nuevo pisotón insidioso, esta vez al charrúa) cantaba por soleares y regalaba el cuarto a Rafinha. La manita la completó Neymar tras otra asistencia de Luis Suárez.
En definitiva, tarde redonda en el Camp Nou, que por desgracia no se vio completada por muy poco, con un alirón que estuvo más cerca de lo que se podía prever. Habrá que ir a Granada a por una victoria que asegure el título. Campo complicado y rival en racha y ya salvado; lo cual nunca se sabe si es un inconveniente porque saldrá a dar el máximo sin presión, o una ventaja porque con la temporada finiquitada en positivo, su nivel de relajación será excesivo. En todo caso, si el Barça exhibe de nuevo el juego y la actitud mostrados ayer contra los pericos, poco importará; la vigesimocuarta liga (y la que hace 14 desde que Johan llegó al banquillo para convertirnos en lo que somos) será nuestra.
Seguro.