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Crónica

Peor imposible

No diré que me sorprendió lo de anoche, y ahora que no nos oye nadie, ni tan siquiera me indignó, era tan previsible lo que iba a suceder que asistí a la humillación de San Mamés como a algo que tenía que pasar irremediablemente, como algo inevitable.

¿Por qué lo pensaba? Pues en primer lugar porque venimos del éxito más absoluto en una temporada en la que el equipo apenas parecía que iba a ganar la Copa y acaba ganando el triplete. El éxito sorprendió a la propia organización. Pasado esto, es decir, que te sorprenda el éxito, la cosa solo puede ir a peor. Si a esto añadimos la desproporcionada sanción de la FIFA y el extraño verano electoral donde la masa borreguil ha vuelto a meter la pata (one more time) nos encontramos con un diagnóstico claro en la plantilla: descompresión.

En segundo lugar pensaba que son ya demasiadas las veces en las que habíamos humillado al Athletic en desplazamientos masivos de su afición que acababa comiéndose los mocos y metiéndose con el hoy añorado Neymar como excusa de mal pagador. Era una simple cuestión estadística.

En tercer lugar porque la pretemporada no daba pie a ser demasiado optimista con partidos absolutamente desastrosos contra el United, Chelsea y Fiorentina quienes nos habían metido los goles como churros en una demostración palpable de la más absoluta falta de tensión competitiva que me recordó a la selección española tras ganar el mundial que fue recibiendo goleadas en amistosos en  prueba de su amable misión diplomática.

En cuarto lugar por el partido de Tiblisi, un auténtico despropósito jugado a cinco horas de avión y que acabó a las dos de la mañana, hora local y que dejó las pocas ganas de competir que había en el vestuario georgiano. La directiva no debió permitir jugar apenas 60 horas después de aterrizar en Barcelona, pero claro, eso sería si tuviésemos directiva.

En quinto lugar porque está demostrado que los jugadores suplentes, con Xavi en Qatar, no es que no den la talla es que deberían causar baja en bloque a final de temporada (si nos dejan). Es desesperante el rendimiento amateur de Adriano, el pánico de Sergi Roberto, la irregularidad de Rafinha o la blandura de Bartra cuando tiene que defender. La llamada clase media de la plantilla ha mutado a clase baja y eso es un grave problema en una temporada en la que quieres disputar seis títulos.

Como epílogo diré que el denostado Van Gaal decía que un partido siempre afectaba al siguiente y es evidente que las malas sensaciones de la segunda parte en Tiblisi viajaron a Bilbao con la plantilla. En este momento es más importante recuperar sensaciones que ganar la Supercopa, que en justicia no debería haberse disputado. El objetivo es San Mamés el 23 de agosto: ahí empieza lo serio.