(Como sugerencia se puede leer escuchando el “Fa vint anys que tinc vint anys” de Serrat o el “Tan joven y tan viejo” de Sabina o los dos a la vez en la versión de la gira conjunta 2012-2013)
CAPÍTULO 2- El viaje
En la vida de las personas hay muchos viajes… existen los viajes iniciáticos, los viajes de ida y vuelta, los libros de viajes, los viajes sin retorno… La literatura, el arte o el cine (verdad Eduardo) están lleno de viajes, el último “El Viaje de Pi”, mi favorito “El viaje a ninguna parte”.
Incluso cuando la muerte nos atrapa algunos con una importante dosis de eufemismo y cursilería lo llaman “el último viaje”.
Lo que sí creo es que todos tenemos un viaje prendido en los rincones del alma… los más convencionales tal vez “El viaje de Novios”, los más borrachos quizás “El Viaje de Fin (o ecuador) de Carrera”, los más viejos, sobre todo aquellos que como yo son de interior, aquel viaje en que contemplaron por primera vez la inmensidad del mar, los más espirituales El Camino de Santiago y los más nostálgicos, tal vez, aquel viaje de la infancia donde todo parece mágico, nuevo y espectacular.
Mi viaje es éste, no fue el más cómodo, ni mucho menos, ni siquiera el más divertido, ni el más anecdótico, ni el más curioso, ni el más entrañable, pero sin duda fue aquel donde la ilusión (y los nervios, añado) podían con todo, podían con el sueño y con la precariedad, en cierto modo, acompañados eso sí por la fuerza de los 20 años que uno llevaba en la mochila.
La mochila, para aquella ocasión y más allá de afanes, deseos y emociones, llevaba pocas cosas, una de las camisetas meyba del Barça que tenía, otra camiseta, un par de mudas de calzoncillos y calcetines, (aunque uno no sabía muy bien donde iba a poder cambiarse) y algo de aseo, creo recordar que una toalla pequeña, algún desodorante, un frasco de colonia… y esas cosas que se empeñan las madres que eches aunque tengas 20 años a la orden de: “Llevate esta bolsa de corassanes rellenos de salchichón y/o chorizo que te he preparado y estas galletas por si os da hambre en el viaje”.
Poco equipaje, es cierto, pero cuando uno sabe que va a estar 4 noches sin dormir en una cama no le hace falta el pijama.
El caso, es que con ese pequeño “ajuar” salí de mi casa de Albacete el lunes por la tarde, camino de la estación tras besar a mi madre y hacer lo propio, añadiendo un enorme abrazo, con Juanín, mi padre, sabedores los dos, que era el primer partido en mucho tiempo que no íbamos a ver juntos. Él egoístamente, tal vez hubiese preferido que me quedase allí ante el televisor para sufrirlo y disfrutarlo en compañía, pero por otra parte era cómplice mío en ese asalto a la historia y (y me viene pintiparado en estos tiempos) al ancestral fatalismo del culé venga de donde venga.
Horas más tarde llegaba yo a Valencia, con el único objetivo de encontrarme con mi compañero de aventura, Ángel, que me esperaba en su Colegio Mayor, recogimos su pequeño equipaje similar al mío e hicimos tiempo.
Salimos a cenar con amigos y amigas de Albacete que también cursaban diferentes carreras en la ciudad del Turia (meto aquí el topicazo por no poner otra vez Valencia) con la sorpresa de las chicas, que alguna ni sabían que había una final (como cambian los tiempos) y la envidia del madridista de turno. Ya enfilando la madrugada cogimos un regional (no sé si siguen existiendo) de esos con compartimentos.
En el que nos correspondía dos militronchos (así llamaban mis amiguetes insumisos a los que hacían la mili), que lo mismo venían de viaje desde Ceuta, se extendían todo lo largos que eran, roncaban y desprendían ese olor a humanidad propio del viaje y del traje verde cuartelero, así que decidimos pasarnos a la cafetería, que, aunque sin servicio, resultaba más acogedora.
En esas 4, 5 ó 6 horas (ya ni me acuerdo) hablamos del partido y de la vida, ¿Qué tal va lo tuyo con fulanita? ¿Qué te pasó con menganita? Etc. etc. y contemplamos como iba amaneciendo al tiempo que nos acercábamos a Barcelona.
Allí, todo fue relativamente rápido, algo de desayunar en la estación, acercarnos al Camp Nou, recoger las entradas, dar una vuelta por allí, comprar un par de camisetas conmemorativas, ubicar nuestro autobús y esas tonterías. En un bar de los alrededores, del que no recuerdo el nombre y en horario extrañamente europeo comimos algo y poco más allá del mediodía ya estábamos otra vez en el parking del Camp Nou, para subir al autobús.
La gorra que le compré a la chica del los Almogavers con la leyenda “Almogavers a la conquesta de Europa” fue el último acto entre el bullicio de miles de culés que posiblemente llevaban la misma ilusión y el mismo miedo que nosotros.
En nuestro vehículo, ya acomodados, (si se puede decir así), recibimos las pertinentes instrucciones del chaval (no mucho mayor que nosotros, aunque trajeado) que había puesto el club como “encargao”.
Recuerdo entre los viajeros a la Roser, una señora octogenaria, y a un crío de no más de 6 u 8 años, que reflejaban, a mi juicio, lo que era la “gent blaugrana” con esa diferencia de 8 décadas que les contemplaban… El matrimonio de los asientos de delante de nosotros, pequeños burgueses catalanes, profesionales autónomos, creo que de Badalona y que tenían familia en Villarrobledo y los chavales/as del fondo (que nos quitaron los siempre codiciados últimos asientos) típicos exponentes de cualquier cinturón industrial, que lo mismo sacaban a relucir las cuatro barras para cantar aquello del “no volem ser una mica de Espanya” que se volvían locos cuando uno de ellos conseguía que se pusiese su cinta de Camarón por la radio.
Aquella muchachada, además de sentir cierta admiración porque nuestro palizón de viaje era una noche (o dos si contamos la de vuelta) superior al suyo, se caracterizaba también por la típica “tacañería” catalana… cuando sacaban tabaco, nunca nos faltaba un cigarro, cuando compraban (o no) bebidas espirituosas no nos dejaban pagar ni una ronda (como dice la copla de Sabina)
Solo un reproche, decían que si había una falta la tenía que tirar Stoichov a colocar, a lo que me opuse vehementemente, “las faltas son de Koeman, zapatazo y para adentro” quizás ese fue mi primer “yoya” con la “gente de ese pequeño país de allá arriba”.
A la noche y ya en suelo francés, parada técnica para cenar y para desgracia nuestra, no sé si por fallo del chofer o del guía, paramos en un área de descanso ausente de cafeterías, bares o cosa que se le pareciese. La gente con sus bocatas y tal y nosotros allí tiesos. En ese instante uno se acuerda de cuanta razón tienen las madres y saca los croassanes y las galletas, para combatir el hambre y seguir toda la noche por las carreteras de lo que un día fue la galia.
Otra vez en ruta, otra vez la cinta que no sé de donde había salido, con declaraciones y mensajes de ánimo de los jugadores, con los cánticos que todavía resuenan en la memoria… “Chutalá, chuta la pilota Ronald Koeman Chuta la pilota” Que marqui un gol, que Hristo Stoychov marqui un gol” (perdón si hay errores ortográficos) etc.
Alguien que pide que a ver si se “pilla” a García o a De La Morena a ver que dicen… ¿Jugará Richi Witchge?, dicen que es duda… Yo lo que le temo es a los penaltis… otra vez con que si la abuela fuma con lo de las faltas… y una larga madrugada.
Amanece llegando a Calais para subir al Ferry, una cola de mil pares de cojones y ya por fin en el barco, dos paletos (en temas marinos) de Albacete que lo más navegable en lo que se han subido es en un patín en San Juan o en el barco que te lleva a Tabarca desde Benidorm, alucinando (y desayunando que no solo de sueños vive el hombre) con el Atlántico por un lado y con las cosas que puede tener un barco por dentro por otro.
De vuelta al autobús más instrucciones, en territorio británico evitar el alcohol en el bus, no vayan a pararnos los “bobbies” en algún control y la liemos y nos devuelvan “pa casa”… Horarios y tal, antes del partido a tal hora el chofer abrirá por si queremos dejar o coger alguna cosa, después una hora para llegar todos y salir cargando para Barcelona… ¿ponemos otra vez la cinta? “Si no juega Witchge, jugará Nadal”-dice uno-, “yo creo que Txiki”- dice otro-… “Nadal juega seguro en el sitio de Amor” (que estaba sancionado) -comento yo-. “Arriba Goico, Laudrup y Hristo”… -dice el de más allá-. No dimos ni una… “Yo pondría a Julio” -se atreve a decir Ángel-… Lo miramos como si estuviera loco… Otra ronda de Marlboro…
Estamos llegando a Londres, pero eso como dice el clásico es otra historia…
(Continuará)